El teléfono móvil está cada vez más presente en la vida cotidiana de niños y adolescentes y su uso crece en detrimento del de otros dispositivos digitales, como las videoconsolas, las tabletas o los ordenadores. El empleo del móvil para chatear o jugar constituye una actividad sedentaria que puede fomentar el sobrepeso y la obesidad pero, a estas alturas, ¿es posible lograr un uso racional entre los adolescentes? ¿Cómo podemos hacerlo? Expertos en obesidad nos ofrecen consejos útiles para alcanzar este objetivo.
La obesidad ha experimentado un crecimiento continuo en los menores de 25 años desde el año 2000 y, aunque parece que en los últimos años se ha estabilizado, las cifras actuales son muy elevadas: afecta al 11,7% en los chicos y el 9,4% de las chicas entre 3 y 24 años, mientras que el sobrepeso asciende al 28% y el 19,1%, respectivamente.
Parece que el aumento se ha detenido, pero las cifras en las que se ha estabilizado son muy elevadas. Diego Bellido, vicepresidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (Seedo), recalca que el sedentarismo puede considerarse “incluso más importante que la alimentación en el desarrollo de la obesidad”.
Factores que influyen en la relación entre móvil y obesidad
Empar Lurbe, directora del Grupo de Investigación de Estudio del Riesgo Cardiovascular en Niños y Adolescentes en el Instituto de Investigación Sanitaria del Hospital Clínico Universitario de Valencia (Incliva), enumera las razones por las que el uso de pantallas en general -el móvil entre ellas- promueve el sobrepeso y la obesidad entre los adolescentes:
Durante el tiempo que los menores pasan usando los dispositivos comen más y tienden a ingerir alimentos aunque no tengan hambre.
Habitualmente, lo que comen mientras usan el móvil son alimentos más calóricos y menos nutritivos.
Durante el uso de dispositivos digitales reciben información que puede acentuar el consumo de esos alimentos poco saludables.
Reducen el tiempo de sueño porque se van más tarde a la cama y con ello se alteran las hormonas relacionadas con el apetito, lo que hace que durante ese tiempo en el que deberían estar durmiendo tengan más hambre y coman más.
Las actividades que realizan durante el tiempo de ocio se decantan hacia el sedentarismo.
Recomendaciones de uso de pantallas
El primer paso para eliminar o, al menos, reducir los efectos negativos del uso de pantallas en los más jóvenes es limitar el tiempo que pasan usando el móvil y otros dispositivos. Estas son las recomendaciones de exposición diaria máxima según la edad:
0-2 años: nada de pantallas.
3-5 años: 1 hora.
6-12 años: 2 horas.
13-18 años: 2 horas.
Los expertos también dan pautas para un uso más racional del móvil:
Los padres pueden pactar con sus hijos un plan en el que fijen cuánto tiempo dedican a los dispositivos y en qué momento del día.
Evitar el uso de pantallas dos horas antes de irse a dormir, ya que interfieren en la calidad del sueño.
Predicar con el ejemplo. Un padre o madre que use el móvil de forma adecuada servirá de modelo a sus hijos.
En términos generales, no se recomienda que los menores de 14 años tengan móvil propio. A partir de entonces, Lurbe propone hacerles partícipes de los gastos que genera su posesión para que sean conscientes de que su disfrute “exige esfuerzo y responsabilidad”.
Si no puedes con el enemigo, únete a él
Demonizar al teléfono móvil, que ha llegado para quedarse, carece de sentido. Al fin y al cabo, lo que se relaciona con la obesidad no es el dispositivo en sí, sino su uso inadecuado. Por eso, una forma inmejorable de revertir esta situación es utilizarlo, precisamente, para combatir el sobrepeso.
En palabras de Bellido, se trata de “restringir el uso pasivo y no orientado a la actividad de los medios digitales y promover los usos positivos”. Una opción potencialmente saludable son las aplicaciones que permiten controlar y compartir la actividad deportiva.
Cada vez son más las app desarrolladas por instituciones educativas y sanitarias que promueven el abandono del sedentarismo y el inicio de la práctica de ejercicio. En opinión de Lurbe, es importante que estas iniciativas “se enmarquen dentro de un programa estructurado”. También considera fundamental que fijen objetivos “que el niño o adolescente pueda cumplir, impliquen a la familia y tengan en cuenta que es fundamental que los chicos disfruten con ellas”.
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