En un contexto como el actual, afectado por la crisis sanitaria de la Covid-19, han aumentado los problemas personales y familiares, estrés económico, preocupaciones relacionadas con el trabajo, etcétera. Todo ello favorece el aumento de angustia, ansiedad y, asimismo, la exacerbación de factores de riesgo de suicidio.
Sin embargo, aún hay más. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 800 mil personas se suicidan cada año en el mundo. Si lo extrapolamos en una escala de tiempo, cada 40 segundos se produce una muerte por esta causa.
En el caso de España, el suicidio se posiciona como la primera causa de muerte no natural. Un total de 3.600 personas han fallecido por suicidio el pasado año, lo que se traduce a unas 10 personas al día. Ante este escenario, la comunidad científica se pregunta: ¿es posible prevenir la conducta suicida?
Marta Quesada, psiquiatra en el Hospital Universitario Valle de Hebrón (Barcelona), advierte: “La conducta suicida es muy compleja porque integra población muy heterogénea. Para establecer estrategias de prevención, es fundamental estudiar su proceso”.
Proceso suicida
“El suicidio se examina como un proceso continuo que comienza con la aparición de la primera idea de muerte o la ideación suicida. El siguiente paso es la comunicación suicida y, finalmente, la conducta suicida”, explica Lorena Bixquert Pla, psicóloga clínica en la Unidad de Conductas Adictivas de Ciudad Real.
La ideación y la comunicación se desarrollan en un plano cognitivo y emocional. En esta fase de comunicación se expresa el plan suicida, de forma verbal o escrita, a personas cercanas. La fase de la conducta suicida se registra en un plano conductual que puede producirse con o sin lesiones.
¿Predisposición? ¿Quiénes tienen mayor riesgo?
Por lo general, existe mayor riesgo de conducta suicida en aquellas personas que tienen algún tipo de trastorno y el policonsumo se posiciona como el factor de mayor riesgo. Según la Guía de práctica clínica de prevención y tratamiento de la conducta suicida del Ministerio de Sanidad de 2012, el incremento del riesgo de suicidio mantiene un orden de importancia desde: la depresión mayor, trastorno bipolar, psicóticos, trastorno de personalidad, abuso del alcohol y otras sustancias y trastorno de la conducta alimentaria.
“En torno al 90% de los pacientes presentan algún tipo de trastorno mental”, comenta Bixquert. Y añade: “El 60% de los pacientes con riesgo suicida moderado alto presenta consumo problemático de sustancias”. También existen diferencias desde la perspectiva de género: los hombres lo consiguen tres veces más que las mujeres. Sin embargo, las mujeres lo intentan tres veces más que los hombres.
Factores de riesgo
María Isabel Hernández, educadora de Salud Mental en Albacete, señala: “El suicidio es un fenómeno multicasual influido por factores biológicos, psicológicos, sociales, familiares y contextuales. Es fundamental actuar sobre los factores de riesgo para intervenir y prevenir”.
Entre los factores de riesgo en suicidio encontramos los personales y los contextuales. En cualquiera de los dos casos, provocan un aumento de la impulsividad, de la agresividad, mayor estrés psicológico, alteración cognitiva, mayor riesgo de conducta no planeada y el empleo de métodos más letales.
Todo ello se convierte en señal de alerta que indica que la persona puede estar pensando seriamente en un suicidio o estar planificándolo. “Encontramos señales verbales como expresión de sentimientos de desesperanza, desamparo, culpa o vergüenza muy intensa”, indica Hernández.
Esta añade que también existen señales no verbales, como el cambio repentino en la conducta habitual o el cierre de asuntos personales. Y advierte: “La ausencia de señales de alerta no elimina el riesgo, de hecho se convierte en un indicador más”.
Prevención
Bixquert coincide en que la prevención del suicidio se puede realizar si se interviene en esos factores de riesgo, detectando esas señales de alerta. En este sentido, Anna Beneria, psicóloga clínica del Hospital Valle de Hebrón, añade: “Son fundamentales los equipos multidisciplinares, la intervención temprana, el tratamiento y el proceso rehabilitador para prevenir el suicidio”.
De hecho, la OMS plantea la implantación de políticas estratégicas útiles para prevenir el suicidio. Por ejemplo, restringir el acceso a los métodos como a las armas de fuego, aplicar nuevas fórmulas de reducción del consumo de alcohol (hasta un 40% de los pacientes que solicitan tratamiento por uso de sustancias tienen antecedentes de intento suicida) y ofrecer información responsable en los medios.
También aplicar tratamientos tempranos en salud mental, formar en este campo al personal sanitario y ofrecer un mejor seguimiento y apoyo de aquellos pacientes que ya han querido acabar con su vida pero que no lo han conseguido. “Los intentos de suicidio previos son el mejor predictor”, indica Quesada.
Beneria y Quesada participaron recientemente en el simposio Conducta suicida, adicciones y biomarcadores, celebrado en el último Congreso de la Sociedad Española de Patología Dual (SEPD). Un encuentro virtual en el que compartieron algunos de los datos relacionados con el suicidio y formas de prevenirlo. Por su parte, Bixquert y Hernández también contribuyeron con más información sobre el tema en el taller Hablando de suicidio y patología dual.
Mitos y creencias
Según Hernández, alrededor del suicidio existen mitos y creencias erróneas que entorpecen su prevención. Por ejemplo:
“El que se quiere matar no lo dice y el que lo dice no lo hace”: de cada 10 personas que se suicidan, 9 hablaron de ello o lo dejaron entrever.
“El suicidio es siempre impulsivo y ocurre sin advertencias”: la conducta suicida puede ser impulsiva, pero la idea no lo es.
“Los suicidas de verdad están decididos a matarse”: la mayoría comunica sus pensamientos al menos a una persona.
“Las personas que quieren suicidarse desean morir”: lo que desean no es morir sino dejar de sufrir.
“Cuando una persona da señales de mejoría esta fuera de peligro”: uno de los momentos más peligrosos es inmediatamente después de la crisis.
A partir de todos estos datos, se clasifica el riesgo en bajo, medio y alto, y en función del riesgo debe desarrollarse la intervención. No se puede olvidar que el suicidio es un grave problema a nivel mundial de clasificación multicausal. Sin embargo, la medicina nos da esperanzas al comunicarnos que es posible intervenir sobre esos factores para reducir el suicidio y prevenirlo a través de la exploración de los pacientes.
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