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La abuela

Acciones para cortar de raíz el bullying

Actualizado: 17 feb 2023

El bullying o acoso escolar siempre ha existido. Es posible que ahora esté en boca de todos porque la sociedad está tomando conciencia de su importancia.



El bullying o acoso escolar siempre ha existido. Es posible que ahora esté en boca de todos porque la sociedad está tomando conciencia de su importancia. Pero también es cierto que, aunque en muchos casos se esté rompiendo el muro de silencio en torno a este problema, en otros se perpetúa en forma de cyberbullying o ciberacoso, que se prolonga más allá del horario escolar gracias a las redes sociales.



Una vez hecho el diagnóstico de la situación, lo importante es actuar cuanto antes. Y ya no es posible alegar que se desconoce la eficacia de las acciones para prevenir y atajar precozmente el acoso escolar. El impacto poblacional de las intervenciones en los centros educativos en Primaria y Secundaria es positivo y muy relevante, según concluye un análisis de múltiples estudios que acaban de publicar en Jama Pediatrics investigadores del Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (Cibersam) del grupo de Celso Arango en el Hospital Universitario Gregorio Marañón, de Madrid.


El objetivo de estos programas es desarrollar valores, actitudes y estrategias dirigidas tanto a los profesores como a los niños y sus familias para que, según Covadonga Díaz-Caneja, investigadora del Hospital Gregorio Marañón, “no surjan las situaciones de acoso y, si llegan a darse, duren el menor tiempo posible y no se perpetúen en el tiempo porque se tengan herramientas para reconducirlas”. Esta psiquiatra presentó los resultados preliminares del estudio de intervención en centros escolares de la Comunidad de Madrid en el último Congreso Nacional de Psiquiatría, celebrado en Madrid a finales de octubre del año pasado.


“Una de las razones por las que nos interesa el acoso escolar es porque se asocia de forma muy importante con problemas de salud mental y física”, expone la psiquiatra. Los niños y adolescentes que han sido víctimas de acoso tienen con mayor frecuencia depresión, ansiedad, conductas autolesivas o más dificultades para continuar escolarizados y “estas dificultades no se presentan únicamente durante la infancia y adolescencia, sino que persisten a lo largo de toda la vida” subraya. De hecho, también en la edad adulta pueden tener más problemas de salud mental que se plasman, entre otros aspectos, en dificultades para encontrar trabajo.


Pautas para prevenir y actuar ante la menor sospecha

“El asunto fundamental es que se trata de un factor de riesgo importante que, afortunadamente, se puede prevenir”, declara Díaz-Caneja. Por lo tanto, el primer objetivo es generar conciencia de que estamos ante un problema grave que requiere intervenir. “Hasta hace no tanto tiempo se planteaba que era cosa de niños y que no tenía repercusiones'', recuerda la experta. Pero sí las tiene y pueden ser devastadoras. “Ese primer paso está funcionando razonablemente bien y se está prestando más atención al acoso en los medios de comunicación, los colegios y las familias”.


Esa concienciación tiene que servir para encauzar la siguiente fase de actuación: una vez que se identifican situaciones de bullying, es preciso intervenir de forma muy precoz y descartar que se vayan a resolver por sí mismas. El tipo de actuación dependerá de cada caso. Por ejemplo, puede ser que la estructura de la clase esté predisponiendo a que se produzca el bullying y ahí puede ser clave la intervención de los profesores.


Otro punto importante es trabajar de forma precoz con los alumnos, empezando por los acosadores y las víctimas, pero procurando ir más allá. “Muchas veces es de gran ayuda trabajar con aquellos que están alrededor, que son compañeros de las personas que están implicadas en el bullying pero no participan directamente. Son los observadores”, apunta la especialista del Hospital Gregorio Marañón. “Si los compañeros son capaces de identificar esas situaciones e intervenir, en muchas ocasiones se logra atajar el acoso y evitar que se cronifique”.


Un aspecto clave es el muro de silencio que con excesiva frecuencia levantan los compañeros de las víctimas de acoso. La experta considera que es imperativo derribar esa barrera. “Yo creo que todos nosotros nos hemos movido en un contexto en el que ser el chivato es algo que se ve de una forma muy negativa y contribuye a que se perpetúen situaciones que en condiciones normales no permitiríamos porque somos conscientes de que no están bien”. Lo que hay que hacer, según su parecer, es “permitir que se identifiquen esas situaciones como algo anómalo” para que quienes las observan las denuncien.


La psiquiatra asegura que, lógicamente, hay que centrarse en atender a las víctimas y paliar su sufrimiento, pero también hay que explorar los factores “que pueden estar predisponiendo a que alguien sea un acosador. A veces se aprecian en ellos dificultades en las relaciones sociales, en la interacción, en la integración y debemos entender por qué han llegado a ejercer el acoso”.


En definitiva, es necesario actuar en todos los niveles: las familias, los colegios, los alumnos y los servicios de salud mental. “Es importante promover desde el principio el respeto a la diversidad y entender que todos somos diferentes”.


Proteger a los más vulnerables

El acoso escolar hunde sus raíces en la discriminación y la falta de respeto a las diferencias. Por eso, es conveniente identificar a los niños y adolescentes con más riesgo de ser sometidos a este maltrato. “Sabemos que los niños con discapacidad, sobrepeso y obesidad, trastornos del espectro autista (TEA) y dificultades de integración social, entre otros, son más frecuentemente victimizados que otros niños y adolescentes”, comenta la psiquiatra.


Los colegios que fomentan un clima de respeto a la diversidad tienden a tener una menor incidencia de bullying. También influye de forma positiva, aunque no siempre, que se trate de centros escolares pequeños. “En los colegios que utilizan modelos más flexibles de aprendizaje, como el cooperativo, y las estructuras organizativas son menos rígidas suelen ser menos frecuentes las situaciones de acoso”, resalta Díaz-Caneja, quien agrega que también se ha observado una menor incidencia en los centros en los que se produce una integración de los niños con discapacidad desde etapas muy precoces. No obstante, puntualiza que es un fenómeno “muy transversal que depende de muchísimas circunstancias adicionales”.


Señales de alarma

Uno de los principales obstáculos a los que se enfrentan quienes atienden a las víctimas de acoso escolar es que es muy habitual que no cuenten el hostigamiento al que están siendo sometidos. De ahí que resulte fundamental conocer las señales de alarma que permiten sospechar que al niño le pasa algo. Estas son algunas de ellas:


El niño o adolescente tiende a aislarse o no se relaciona como antes.


No quiere ir al colegio y pone distintas excusas.


Empieza a presentar problemas de memoria, dificultad en la concentración y atención, descenso del rendimiento escolar...


Mirada huidiza, cambios de carácter.


Se mantiene en estado de alerta de forma constante.


Irritabilidad, falta de apetito, dolor de cabeza, dolor de tripa, malestar generalizado, cansancio, sensación de ahogo...


Dificultades para dormir, pesadillas o insomnio.


Llanto incontrolado, respuestas emocionales extremas.


Miedo a perder el control o a estar solo.


Síntomas como temblores, palpitaciones, inquietud, nerviosismo, pesimismo...



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