Cuando te diagnostican alergia a los gatos no siempre se puede convivir con el animal. El alergólogo trata esta hipersensibilidad con fármacos y, si estos no funcionan, con inmunoterapia. Con estos tratamientos, y siguiendo algunas sencillas pautas en el hogar, es muy probable que no sea necesario deshacerse de la mascota.
Convivir con un gato puede ser maravilloso o una pesadilla si se desarrolla una alergia a este animal. Y nunca es tarde para su aparición, surge a cualquier edad. La Academia Europea de Alergia e Inmunología Clínica (EAACI) estima que uno de cada cuatro europeos sufre esta afección. Es más, entre un 15% y un 30% de las personas con algún tipo de alergia lo son también a los gatos (o a los perros), según los datos de la Universidad Politécnica de Valencia. Este estudio señala que las alergias a mininos son dos veces más comunes a las de los canes.
Los síntomas que indican una alergia a los gatos se manifiestan como picor de nariz, estornudos, mocos, picor de ojo, lagrimeo... o están relacionados con el asma (dificultad respiratoria, tos o pitos en el pecho), explica el doctor Adrián Germán Sánchez, alergólogo del Hospital Universitario General de Castellón y miembro de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC). Para confirmar si efectivamente se trata de una reacción a los felinos y no otra (ácaros del polvo, polen...), el especialista realiza una serie de pruebas cutáneas y un análisis de sangre.
Si bien se suele pensar que la alergia a los gatos se origina por el pelo del animal, esto no sucede así exactamente. Realmente lo que la produce es lo que se desprende de la piel y, sobre todo, la caspa, no propiamente el pelo, pero el alérgeno también está presente en la saliva o la orina, apunta el alergólogo. “El 96% de los alérgicos a los gatos son hipersensibles a una proteína llamada Fel d1 que el animal segrega en el pelo y se acumula en el pelaje y en otras superficies, ya que la libera en forma de caspa o escamas”.
Los gatos más jóvenes desprenden menos caspa que los adultos y “por eso algunos pacientes dicen que unos gatos no les dan tanta alergia, pero en realidad no tienen menos alergia”, detalla el especialista, quien aclara que se puede ser alérgico a los gatos y no a los perros, pero se puede tener una predisposición a tener alergia a otros animales: “Muchas veces hay proteínas que son comunes en los diferentes animales, por ejemplo, a las albúminas, y si pasa puede ser sensible también a otros animales”.
Es más, una persona hipersensible a los gatos también puede ser a la vez alérgico a la carne de cerdo, añade el especialista: “Existe un tipo de alergia llamada síndrome del cerdo-gato, que si te sensibilizas a esta albúmina del gato, puedes tener síntomas cuando comes carne de cerdo porque esta también tiene la misma proteína. Es poco frecuente, pero pasa”. El doctor comenta que algo parecido sucede en los alérgicos a las gallinas con la carne de ave o pollo por la patología alérgica conocida como síndrome de ave-huevo.
Tratamientos para la alergia a los gatos
Una vez diagnosticada la alergia al gato, lo ideal sería la evitación del alérgeno, es decir, no exponerse al animal. Cuando la alergia es grave y el minino no puede vivir directamente con la persona afectada, “hay que gestionarlo para que el animal quede en las mejores condiciones posibles”, explica María Luisa Fernández, veterinaria y consejera de la junta ejecutiva del Consejo General de Colegios Veterinarios de España.
Si se mantiene la convivencia, el médico receta fármacos para aliviar los síntomas: antihistamínicos, corticoides intranasales o antihistamínicos a nivel ocular, afirma el doctor Germán. Y si la medicación no resulta suficiente, se propone al paciente una inmunoterapia, es decir, una vacuna elaborada específicamente para esa persona.
“La vacuna suele ponerse de manera mensual. Se hace una dosis de inicio y cuando se llega a la dosis de mantenimiento, se pone normalmente, dependiendo del laboratorio en cuestión, cada 4 semanas o cada 6 semanas, y dura entre 3 a 5 años. Normalmente se administra como una inyección”, refiere el alergólogo. También existen vacunas sublinguales en forma de gotas, que se toman a diario o 3 o 4 veces a la semana, según el laboratorio que la elabore.
Medidas para reducir los síntomas de la alergia a los gatos
Cuando la alergia es grave, la mejor solución consiste en retirar al animal del domicilio. Sin embargo, una vez fuera de casa, “puede haber alérgenos del animal hasta 6-12 meses después, porque son unas partículas muy pequeñas que pueden permanecer durante meses”, advierte el alergólogo.
Cuando se opta por la convivencia con la mascota, estas pautas ayudan a controlar la alergia al gato:
Aislar al animal en un área determinada de la casa. “Es importante intentar no tener al felino en la misma habitación que la persona que tiene la alergia, porque por muy bien que se limpie, siempre quedan restos de pelo o de piel del animal que pueden dar reacción”, advierte la veterinaria.
Eliminar reservorios de alérgenos, es decir, retirar alfombras y moquetas. “Evitar todos los sitios donde se puede alojar el alérgeno y la caspa”, especifica Germán.
Aspirar a fondo la casa y a diario con aspiradores con filtro HEPA.
Colocar fundas en colchones.
Lavar al animal más de dos veces por semana (y cepillar el pelo fuera de casa).
Esterilizar al gato, especialmente a los machos, porque la castración reduce la producción de la proteína Fel d1.
Para alergias leves o moderadas, existen algunos productos en loción que se aplican una vez a la semana al pelaje del gato (y también al del perro y otros animales). “Minimizan los síntomas, pero su beneficio es parcial, no son la panacea”, indica Fernández.
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