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La abuela

Así sabrás si tu hijo tiene problemas de visión

Actualizado: 17 feb 2023

El uso masivo de tabletas, móviles y ordenadores desde pequeños junto con la falta de hábitos de lectura y de juegos al aire libre están haciendo que los niños vean cada vez menos y peor. Hasta la fecha se había creído que las tasas de miopía entre los jóvenes afectaban al 47 por ciento de la población.



Sin embargo, el estudio La prevalencia de la miopía entre los jóvenes de España, 2018, de Visión y Vida, “confirma que seis de cada diez son miopes, es decir, un 62,5 por ciento”, advierte Salvador Alsina, presidente de la Asociación de Utilidad Pública de Visión y Vida.



En edades más tempranas las cifras son más bajas, pero tampoco son muy positivas. El informe El estado de la salud visual infantil en España, 2017, de Visión y Vida, evidenció que uno de cada tres niños de entre 6 y 12 años tenía problemas tanto para ver de cerca como de lejos.


Además, “aquéllos con problemas de visión detestaban actividades como leer, lo que demuestra la estrecha relación que existe entre salud visual y aprendizaje”, indica Alsina. Los problemas aumentan no sólo en cantidad sino también en importancia. “Los llamados nativos digitales (nacidos después de 2000) tienen de media 0,5 dioptrías más y su promedio de incremento es el doble que el de la generación anterior”.


Se puede detectar

Este aumento, según Blanca Fernández Pino, presidenta del Colegio de Ópticos-Optometristas de Andalucía, “podría estar directamente relacionado por el uso continuado, excesivo e inadecuado de dispositivos electrónicos que cada vez son más utilizados por niños”. Su uso “indice particularmente en la población infantil, provocando síntomas como irritación y enrojecimiento ocular, migraña, cansancio y fatiga visual lo que podría reflejarse en el rendimiento académico”, afirma Fernández.


Las pantallas de estos dispositivos, según Alsina, “emiten preferentemente luz azul que, según diversos estudios, puede afectar a la retina y a las células de la mácula, que son las que nos aportan la visión precisa y los detalles”. Otro de los problemas asociados a un mal uso de estas herramientas es la capacidad que tienen de afectar al ritmo circadiano.


Como informa, “al recibir esa intensidad de luz, alteramos el funcionamiento del sistema, que produce melatonina y manifiesta al cuerpo la necesidad de estar despierto”.


No obstante, según ambos expertos, el uso moderado de estas pantallas también puede ser positivo. “Pueden llegar a mejorar el rendimiento en una serie de tareas que exigen atención visual, como la identificación de objetos en movimiento, la coordinación ojo-mano, el almacenamiento temporal de información visual, así como el tiempo de reacción”, destaca Fernández Pino.


Por ello, su uso no debe contraindicarse pero sí restringirse, siendo el tiempo de uso recomendable “inferior a dos horas diarias”, según Fernández Pino.


Signos de alerta

Pero ésta no es la única causa del aumento de los problemas de visión de los niños. Alsina añade, además “el mal cuidado de la postura, no tener una buena higiene visual (mantener la distancia entre pantallas, vigilar la iluminación y hacer descansos visuales) y el nuevo ritmo de vida, en el que hemos reducido las horas de actividades al aire libre para aumentar el tiempo que pasamos en espacios cerrados utilizando nuestra visión próxima”.


Alguno de los síntomas que ofrecen pistas de que el niño posee algún defecto son los siguientes:


Se queja de problemas para ver bien lo que se escribe o proyecta en la pizarra o en la televisión.

Desvía un ojo y/o se queja de visión doble constante o intermitente.

Cuando realiza actividades de cerca ve doble o borroso ocasionalmente.

Falta de interés por la lectura o pérdida del hilo de la lectura.

El niño al leer sigue el texto con el dedo, mueve mucho la cabeza o la tuerce.

Giros extraños de las palabras y dificultad para recordar lo que ha leído.

Las letras o los signos se juntan, se confunden, se invierten o mezcla las silabas al leer.

Falta o baja comprensión de la lectura para su edad.

Omite o añade palabras al leer y/o se salta de renglón.

Cejas fruncidas, parpadeo excesivo u otras deformaciones faciales cuando lee.

Fatiga constante, nerviosismo o irritabilidad después de una tarea de cerca.

Se tuerce al escribir y/o se sale mucho al colorear.

Inclina, gira o ladea la cabeza o la espalda al fijar la vista en alguna actividad.

Dolores de cabeza frontales, náuseas o mareos por la tarde o después de realizar una tarea de cerca.

Sensibilidad exagerada a la luz.

Parpadeo y/o lagrimeo excesivo, ojos rojos o hinchados y frotamientos frecuentes de los ojos.

Pasos falsos y caídas frecuentes o avanza la cabeza para ver mejor.

Vocalización en voz baja durante la lectura, constatada por el movimiento de los labios.

Se observa una rigidez corporal cuando quiere mirar los objetos de lejos.

Mala habilidad perceptiva, invierte letras/sílabas como, por ejemplo, la confusión de la “o” por la “a”, la “n” por la “m”, la “b” por la “d”, la “p” por la “q”, etc.

Estrabismo o bizquera hacia fuera o hacia adentro.

Se tapa o guiña un ojo ocasionalmente para poder ver mejor con el otro.

Se acerca mucho al libro, móvil, tablets, ordenador y/o TV.

Déficit de atención y concentración y/o bajo rendimiento escolar.

Baja coordinación ojos-mano (p.e. dificultad al atrapar una pelota u otra actividad parecida).

Malestar, mareos o visión doble al ver una proyección 3D.

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