Los ataques de pánico se producen casi siempre por motivos psicológicos. Identificar la causa para aplicar un correcto tratamiento y saber gestionar estas crisis para que el sufrimiento sea el menor posible es fundamental.
Toda emoción es carne, músculo, hueso, sangre. En definitiva, cuerpo. La alegría, el enfado o la tristeza hacen eco en nuestro organismo porque se gestan en él. Como consecuencia, la alteración de alguna de estas emociones también resonará en nuestro interior. En el caso del miedo, si es repentino o muy intenso, puede derivar en ataques de pánico, que más allá de sus efectos psicológicos, sus manifestaciones físicas son variadas.
Podemos definir un ataque de pánico como un “periodo de intenso miedo caracterizado por un grupo de síntomas que aparecen rápidamente, alcanza un pico de intensidad en unos 10 minutos y, generalmente, no dura más de 30”, afirma Carmelo Pelegrin, vocal de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental (SEPSM), quien señala que, entre los factores que pueden provocar estos cuadros, “la mayoría de los estudios realizados sugiere una vulnerabilidad que viene determinada genéticamente, pero son necesarios estresores psicosociales para desarrollar los síntomas clínicos”.
Por tanto, en la mayoría de los casos hay una explicación psicológica previa. En este sentido, Mireia Cabero, profesora colaboradora de los Estudios y Educación de la Universidad Abierta de Cataluña (UOC), comenta que en el momento en que alguien sufra un ataque de pánico, es importante que se pregunte si le está sucediendo algo con su vida que le esté provocando estrés, ansiedad o angustia. “El problema es que estas emociones no están siendo gestionadas. Las estoy viviendo, pero no soy consciente de ellas porque no las gestiono”, advierte la también directora de Cultura Emocional Pública.
Además de periodos de estrés, Pelegrin apunta a pacientes que han consumido drogas que alteran la mente, como la marihuana, el café o las anfetaminas. El experto añade que en la mujer, “el periodo postparto también se asocia con la fase inicial de crisis de pánico, mientras que el embarazo parece proteger a estas personas”.
¿Cómo empiezan los ataques de pánico?
Los ataques de pánico suelen comenzar de forma súbita, sin advertencia. Cabero detalla que, al principio, el individuo comienza a hiperventilar, es decir, no respira profundamente como se hace en un estado normal. Asimismo, nota el ritmo del corazón más acelerado y experimenta sensación de frío o de calor. “A los 10 minutos se encuentra en el pico del malestar, donde incluso puede tener la sensación de muerte inmediata”, expresa. La psicóloga aclara que, aunque estos ataques no suelen durar más de media hora, el cuerpo paga las consecuencias de lo sufrido durante el resto del día: “El paciente está agotado y mentalmente poco centrado. El cuerpo y la mente necesitan horas para recuperarse de esta experiencia desordenada y descontrolada”.
De forma más concreta, los especialistas consultados por CuídatePlus subrayan los síntomas de los ataques de pánico por orden de aparición:
Palpitaciones o elevación de la frecuencia cardiaca.
Sudoración.
Sensación de ahogo o falta de aire.
Impresión de atragantarse o dificultad para tragar.
Opresión o molestias en el tórax.
Debilidad.
Cefalea.
Náuseas o dolores abdominales.
Inestabilidad, mareos o desmayos.
Despersonalización, es decir, sensación de estar separado de uno mismo o de lo que le rodea.
Miedo a perder el control o volverse loco.
Temor a morir.
Percepción de entumecimiento u hormigueo.
Escalofríos o rubor intenso.
¿Cuál es la diferencia entre un ataque de pánico y un ataque de ansiedad?
A pesar de que se tratan de cuadros muy similares, existen diferencias entre un ataque de pánico y otro de ansiedad. Para empezar, Pelegrin manifiesta que mientras el primero suele comenzar de manera muy abrupta, el segundo tiene un inicio más lento y progresivo. Por otra parte, continúa, “la sintomatología de un ataque de pánico es más intensa y perturbadora”.
“Popularmente, hay tan poca alfabetización emocional que confundimos los conceptos. El ataque de ansiedad es más liviano por el que no se va a urgencias. En cambio, con un ataque de pánico o de angustia, sí. La diferencia es la intensidad”, recalca Cabero, aunque aclara que la ansiedad puede dar paso al pánico.
Qué hacer en caso de sufrir un ataque de pánico
Los individuos que nunca antes han sufrido un ataque de pánico, describen el episodio como un miedo intenso y con una impresión de estar a punto de morir o de sufrir un infarto. Esta sensación, acompañada de los síntomas ya mencionados y que son de gran intensidad, “hace que la persona tienda a escapar como sea de la situación en la que se encuentra y a buscar ayuda médica de urgencia”, afirma Pelegrin. El psicólogo puntualiza que, en cambio, aquellos que ya han vivido crisis previas, saben reconocer de qué se trata. Para manejar estos casos sin ayuda farmacológica, el vocal de la SEPSM aconseja seguir las siguientes pautas:
Reconocer que se trata de un ataque de pánico para ser consciente de que, aunque se pase mal, no va a ocurrir nada fatal ni sin remedio.
Recordar que, aun cuando parezca que el cuadro no va a terminar nunca, en realidad llega a su máximo en escasos minutos.
Buscar ayuda sin alarmismos. Es conveniente sentarse o pasear a la espera de que la intensidad de la crisis disminuya.
Intentar relajarse lo máximo posible y no dirigir la atención permanentemente a lo que se está sintiendo, pues así “se aumenta el temor y empeoran los síntomas”, advierte el experto.
Evitar la hiperventilación. La sensación de falta de aire nos lleva a hiperventilar, algo que puede desencadenar otros síntomas como entumecimiento u hormigueo de los dedos de ambas manos, pies y alrededor de la boca. Todo esto agrava la sensación de pánico de la persona. Para prevenir la hiperventilación, Pelegrin recomienda respirar por la nariz y con el diafragma de la forma más pausada posible a pesar de la sensación de falta de aire. “En caso de no haber podido controlar bien la respiración y aparecer signos como mareo u hormigueo en alguna parte del cuerpo, un remedio muy eficaz consiste en respirar manteniendo una bolsa de papel sobre la nariz y la boca”, detalla.
Si el corazón late muy deprisa, la persona puede probar la técnica llamada como “reflejo de Valsalva”, que el psicólogo explica así: “Se trata de aumentar la presión del abdomen sacando con fuerza la tripa de tres a cinco segundos. Con ello, el corazón disminuirá rápidamente la frecuencia de los latidos. Se puede repetir la técnica hasta diez veces si fuera necesario”.
Cómo ayudar a una persona con un ataque de pánico
El problema de los ataques de pánico es que, vistos desde fuera, no sabemos si se trata de una crisis de este tipo o de un ataque cardíaco. Cabero aclara que, en el caso de una crisis de pánico, los síntomas como la hiperventilación no van a más y la persona acaba relajándose.
“Cuando una persona comienza a hiperventilar, lo primero que debemos hacer es alejarla de la situación en la que se encuentre porque igual es el entorno el que está favoreciendo esta crisis”, subraya la psicóloga. Una vez que apartamos a la persona, sugiere que debemos ayudarle a que se centre en su respiración, que, recordemos, ha de ser profunda. Además, tenemos que procurar que el individuo no esté rígido. “Si el ataque va a más, lo mejor que podemos hacer es llevarlo a un centro sanitario y que tenga un control médico porque no tenemos la certeza en ese momento de qué se trata”, agrega.
Tratamiento y prevención de los ataques de pánico
No solo se debe tratar el motivo psicológico que cause estas crisis de pánico, sino que también hay que abordar el temor que desarrolla el paciente de volver a sufrir un cuadro de este tipo. “Hay herramientas psicológicas que los expertos conocemos muy bien para poder hacer esta desensibilización del miedo”, expresa Cabero.
En cuanto al tratamiento concreto que debe recibir este paciente, Pelegrin indica que es mixto:
Psicofarmacológico con antidepresivos inhibidores de la recaptación de serotonina (fármacos comunes para tratar diferentes trastornos psicológicos), como la paroxetina, siendo este un tratamiento con alto porcentaje de respuesta; y benzodiacepinas, en especial, el clonazepam.
Psicológico. Se suele recurrir a la terapia cognitivo-conductual “basada en la exposición interoceptiva, es decir, a los síntomas somáticos asociados a la ansiedad”; así como a otros abordajes terapéuticos como el mindfulness. “Obviamente, quienes lo sufren deben buscar tratamiento especializado”, concluye Pelegrin.
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