Los primeros en identificar que algo no parece ir bien en el desarrollo de su bebé entre los 9 y los 12 meses suelen ser los padres y las madres, cuando empiezan a notar que les mira poco a la cara, que no responde a su nombre, no se gira cuando le llaman y tampoco devuelve la sonrisa cuando le miran.
Son conductas sutiles, que en ocasiones se atribuyen a un carácter serio del bebé, pero que pueden ser indicadores de alarma de un trastorno del espectro autista (TEA), un trastorno del neurodesarrollo que da lugar a dificultades en la comunicación e interacción social, así como en la flexibilidad del pensamiento y de la conducta.
La intervención temprana es clave para proporcionar a estos niños y a su familia estrategias efectivas de actuación que aminoren el cuadro de síntomas y favorezcan su desarrollo.
Actualmente se sigue sin contar con un marcador biológico para este trastorno y su diagnóstico es clínico, basado en la observación de la presencia o ausencia de una serie de conductas. El problema añadido es que suele retrasarse a los tres años de edad o incluso más allá, cuando se ha perdido un tiempo muy valioso para actuar de modo eficaz y mejorar el desarrollo de ese niño.
“Algunos padres y madres empiezan a notar que el bebé les mira poco a la cara, y que solo lo hace si exageran el tono o los gestos, y utilizan patrones rítmicos y musicales; tampoco sonríe si solo le miran pero sí si lo zarandean o le hacen cosquillas y no se gira hacia ellos cuando solo le llaman por su nombre”, según explica Gloria Acevedo, psicóloga y logopeda experta en autismo, con una trayectoria profesional de más de 30 años en el Servicio de Atención Temprana dependiente del Principado de Asturias y 20 colaborando con la Asociación de Familiares y Personas con Autismo de Asturias (Adansi).
Lo que el bebé no consigue hacer
Cuando el bebé se aproxima ya a su primer año de vida aún no consigue hacerse entender. Simplemente llora cuando quiere algo pero no desarrolla otro tipo de herramientas para comunicarse con sus padres, como pueden ser dirigir el brazo hacia el objeto que quiere. Tampoco reproduce juegos de imitación como “palmitas ni mueve su manita para decir adiós”.
A no ser que estos indicios vayan acompañados de un claro retraso motor, la pauta suele ser seguir esperando porque se tiende a pensar que el bebé aún es muy pequeño para saber si puede presentar un trastorno del espectro autista. “Y es que los pediatras actualmente solo cuentan para evaluar el riesgo de TEA con el MCHAT, un cuestionario que se hace a la familia y que ofrece una calificación de riesgo a partir de los 16 o 18 meses de edad”, explica Acevedo. Es entonces cuando los bebés pueden ser ya derivados a los servicios de atención temprana, donde las listas de espera contribuyen a que la intervención especializada se retrase aún unos meses más.
Un patrón de mirada diferente
La Asociación de Familias y personas con Autismo de Asturias viene desarrollando desde el año 2016 el proyecto Cómo mira tu bebé, cuyo objetivo es el registro y cuantificación de un patrón de mirada que podría ser específico del trastorno del espectro autista, y que permitirá disponer de un indicador objetivo de alarma ya desde los 6 meses de edad del niño.
Y es que los promotores de este proyecto, dirigido por Acevedo, han constatado la existencia de un patrón de mirada diferente y característico de estos niños, basado en la atención máxima al objeto y ausencia de trayectorias de recogida de información social. Para su caracterización se está trabajando con técnicas de eye-tracking, que permiten registrar la trayectoria en la mirada del bebé cuando este permanece sentado en el regazo de sus padres, mirando hacia una pantalla en la que se le proyecta un vídeo especifico para su registro.
Además de esta caracterización de la mirada, el proyecto dirigido por Acevedo tiene su continuidad en la divulgación del procedimiento de actuación temprana para niños y niñas con mirada diferente que ella ha diseñado, basado en el entrenamiento de los padres para que aprendan a provocar en sus hijos e hijas con indicadores de alarma de un trastorno del espectro autista, un movimiento intencional, atención y escucha, pero por una vía diferente a la dañada.
Un sistema de alerta distinto
“Tenemos que tener muy en cuenta que hablamos de bebés con una máxima atención al objeto, lo que significa que tanto cuando están visionando dibujitos, escuchando canciones o manipulando un juguete, su cerebro no va a procesar las palabras que se le digan en ese momento”, señala esta psicóloga, y tampoco va a percibir que alguien se le aproxima.
Su sistema de alerta tampoco les avisa de que su padre o su madre se está acercando en ese momento; por ejemplo, para cambiarles el pañal o para darles de comer. Por eso es frecuente que cuando se les coge rechacen frontalmente ser dirigidos y lloren intensamente.
Qué hacer ante la sospecha de autismo
Utilizar melodías y cambios tonales. Es muy importante que los padres sepan que lo que sí procesa su bebé son las melodías y cambios tonales en la voz. Por eso es fundamental que antes de tocarlos o cogerlos para cambiarles de sitio se aproximen tarareando alguna melodía o emitiendo con su voz un patrón melódico, que el cerebro de su hijo sí va a procesar y, por lo tanto, anticipar que va a ser tocado.
Mostrar un objeto relacionado con la tarea. Otra medida recomendable es mostrar a la vez ante los ojos del niño un objeto relacionado con la tarea que se quiere desarrollar, como puede ser un babero o una cuchara, si lo que se quiere es darles la comida, o un juguete con el que interactúa en el agua si la intención es bañarlos. “Así les estamos alertando de que nos aproximamos y de qué es lo que queremos hacer con ellos y muchas de las negativas van a desaparecer”.
Mantener durante más tiempo la forma de lenguaje que es habitual para dirigirse a los bebés. Seguir durante un tiempo más prolongado la pauta de utilizar enunciados cortos: tono agudo, entonación expresiva y con referencia continua al contexto, “ya que esta forma de hablar sí puede ser procesada por el cerebro de estos bebés. Un ejemplo: ¡Es el agua, agua, mmm que rica, el agua, agua!”
Arrastrar los ojos del niño. Para facilitar y asegurar la escucha, las palabras deben ir acompañadas del arrastre de los ojos del niño a través del objeto hacia la cara de sus padres. “Siguiendo con el mismo ejemplo, moveremos la botella de agua delante de sus ojos y, una vez fijos en la botella, los arrastraremos hacia nuestra cara llevando la botella a la altura de nuestra boca, pero no delante sino a su lado, y exagerando nuestros gestos”. De esta manera, se logra provocar la atención y la escucha, y el cerebro del niño procesa la palabra agua, asociada a la botella y la petición de beber.
Entrenar la respuesta al nombre. Si al procedimiento anterior se añade el nombre del niño o de la niña, a la vez que se arrastra su mirada hacia la botella “estaremos entrenando la respuesta al nombre, inicialmente seguido de algo de su interés”, señala Acevedo.
Cómo decir adiós. Otro truco o indicación para los padres, por ejemplo, si lo que quieren es enseñar a su hijo a decir adiós es cogerles por la manga de la ropa y agitar suavemente su brazo; de esa forma no rechazará que le cojamos el brazo y estaremos haciendo llegar al cerebro por vía sensoriomotora la información que no ha podido recoger por vía visual, aprenderá a decir adiós aunque no lo haya podido imitar y no haya podido reproducir la secuencia de movimientos por sí solo”
Poder contar con la prueba objetiva de detección de indicadores de alarma permitirá que los padres puedan poner en práctica desde la primera sospecha el procedimiento de actuación para aminorar los efectos del trastorno en el desarrollo de su bebé, que la psicóloga Gloria Acevedo ha esbozado en su libro Sobre el Cerebro Autista. Un procedimiento de Actuación Temprana para niños y niñas con Mirada Diferente.
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