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La abuela

Baja hasta los 9 años la edad de aparición de anorexia y bulimia

Actualizado: 17 feb 2023

“Lo habitual es que los trastornos de la conducta alimentaria (TCA), como la anorexia y la bulimia, aparezcan en la adolescencia, entre los 12 y 18 años de edad. Actualmente, vemos niñas algo más jóvenes, en torno a los 9 o 10 años, aunque la mayoría siguen apareciendo después de los 12 años. Los motivos no se conocen con seguridad”, afirma a CuídatePlus Lourdes Navarro, médico especialista en medicina familiar y psicóloga clínica de HLA El Rosario (Albacete).



Lo que sí se sabe es que “son necesarios dos factores para que se produzca un TCA: que exista una predisposición o debilidad y un precipitante que influya en esa situación, como puede ser un evento estresor, las redes sociales y medios de comunicación, la autoexigencia deportiva en disciplinas como el atletismo o la danza, etc., pero nunca en sí mismos justifican un trastorno alimentario”.



Hablamos de “niñas” porque el perfil de personas que sufren estos trastornos suelen ser mujeres adolescentes, de entre los 12 y 21 años. Solo un hombre por cada nueve mujeres padece TCA, según datos de la Asociación contra la Anorexia y la Bulimia (ACAB). Esta entidad realizó una encuesta a 2.328 alumnos de secundaria del curso 2019-2020 procedentes de centros públicos, concertados y privados y hallaron los siguientes resultados: “Un 34% de las adolescentes de entre 12 y 16 años han hecho dieta para adelgazar sin control médico; un 22% en el caso de los chicos. Estos datos ponen de manifiesto el peligro de las dietas sin control, puesto que suponen un desencadenante de un TCA como la anorexia o una bulimia. El dato todavía es más alarmante si observamos que más del 50% lo ha acompañado de conductas de riesgo, como vómitos, saltarse comidas o comer menos”.


Anorexia, bulimia y sus consecuencias físicas y mentales

En la infancia y adolescencia, ¿los pacientes suelen sufrir anorexia o bulimia o los dos TCA a la vez? Navarro señala que suelen sucederse en el tiempo. “No es raro ver una chica con una anorexia que controla lo que come y con el tiempo empieza a vomitar y a esto le siguen los atracones previos al vómito. Otras veces, desde el inicio hay control intercalado de atracones y vómitos. Si se mantiene el peso excesivamente bajo, lo llamamos anorexia purgativa, y si no, bulimia nerviosa. Muchas veces el TCA no llega a cumplir los criterios diagnósticos de bulimia o anorexia nerviosas y el cuadro se considera un TCA no especificado”.


Sufrir un TCA a edades tan tempranas de la vida tiene consecuencias para la salud física y mental del que lo padece. Así lo explica la experta: “Físicamente hay un maremoto hormonal, y este desarreglo frecuentemente provoca la pérdida de la menstruación (amenorrea) y un retraso en el desarrollo. Psicológicamente, supone una fractura en el desarrollo de las relaciones sociales, de las habilidades para desenvolverse con los otros, una interrupción del proceso académico, una crisis familiar y un estigma en la biografía de la persona que presenta estos trastornos”.


Detección precoz para un menor deterioro

Tal y como destaca Navarro, “cuanto más precoz es la detección de estos casos de TCA, menos se ha deteriorado la vida social, académica y familiar, y menos mella ha causado en el ambiente hormonal de la paciente. Menos se ha instaurado la desnutrición, la tristeza, la ansiedad y el aislamiento, y esto es importante porque todas estas circunstancias aumentan los pensamientos obsesivos en relación al peso y la comida y la distorsión de la imagen corporal, de manera que a pesar de perder peso la paciente se ve aún más gorda”.


¿Cómo se aborda un caso de TCA en una unidad especializada? “Partiendo de que la persona que tiene este problema tiene un malestar previo a la aparición del trastorno, y respetando que, al menos al inicio, el control del peso y la comida le sirvió para sentirse mejor. No se trata de abandonar los comportamientos patológicos, sino de desarrollar estrategias para gestionar el malestar, y no tener que acudir al vómito o al conteo de calorías para aliviar el sufrimiento. El tratamiento psicológico es, sin duda, la base de la atención a estas personas, por lo que acabo de comentar. No obstante, si la desnutrición es avanzada o los síntomas ansiosodepresivos son importantes, las pacientes pueden necesitar, en algunas ocasiones, el entrenamiento en alimentación saludable o la toma de fármacos”, describe la psicóloga clínica de HLA El Rosario.


Cómo trabajar la prevención en casa

Según Navarro, “se habla cada vez más de la promoción de la salud como factor que protege de la enfermedad, en lugar de la prevención de tal o cual trastorno. De manera que la forma de prevenir este trastorno es la misma en que se previene cualquier otro, promocionando la salud emocional y la fortaleza en nuestra adolescente, desde pequeña. Si nuestra hija es una adolescente fuerte (dentro de las inseguridades propias de esta etapa de la vida), capaz de buscar ayuda si lo necesita y de huir del entorno tóxico con el que se puede cruzar, no será posible desarrollar este trastorno”.


La pregunta es cómo conseguir eso por parte de los progenitores. “Aparte del efecto del amor, incuestionable, los padres transmiten con su propia actitud más que con sus aleccionamientos. Trabajar en su propio desarrollo personal es la mejor inversión que pueden hacer, sirviendo de modelo a su hija también”, concluye la psicóloga clínica.


Los trastornos alimentarios en la pandemia

“Lo que ocurrió durante el confinamiento (de la pandemia por coronavirus) es que muchas veces el trastorno de la conducta alimentaria se hizo visible en el entorno familiar, ya que las ocupaciones diarias antes de la pandemia permitían que los síntomas, sobre todo si no estaban muy arraigados todavía, pasaran desapercibidos”, comenta Navarro.


Sin embargo, según Adriana Esteban, psicóloga especialista en TCA de Instituto Centta, el camuflaje de los trastornos de la conducta alimentaria se ha acentuado con la pandemia. “El teletrabajo y las clases virtuales no permiten observar conductas disfuncionales en torno a la comida. Las restricciones de movilidad y toque de queda han favorecido que los pacientes puedan reducir el contacto con otros sin sentirse culpables o presionados para mentir. Ya no necesitan excusas para evitar determinadas situaciones. Se acabaron las cenas con amigos, las fiestas por las noches, las salidas a bares y restaurantes o los cumpleaños repletos de dulces. Ahora las personas con TCA pasan más tiempo en Instagram exponiéndose a mensajes continuos sobre el cuerpo, la figura y la alimentación healthy. Todo ello potencia el deseo de mejorar su insatisfacción corporal”.


En definitiva, “en el entorno se reduce la probabilidad para detectar, identificar y prevenir patrones de alimentación alterados. Como consecuencia, se genera un caldo de cultivo apto para la generación de trastornos de la conducta alimentaria que, llevado al extremo, puede causar un gran deterioro. Si previo a la pandemia ya resultaba difícil la detección de un TCA, ahora el proceso se ha convertido en un completo desafío”, asegura Esteban.


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