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La abuela

Cuándo hay que extirpar las amígdalas

Las amígdalas son unas masas de un tejido especial (linfoide) que cumplen una función defensiva frente a los gérmenes. Cuando se inflaman se produce lo que se conoce como amigdalitis, vulgarmente denominada anginas, que habitualmente está causada por una infección por bacterias o por virus. Dolor de garganta, problemas respiratorios, dolor de oído, fiebre o molestias para comer son algunos de los síntomas más característicos.



En la mayoría de los casos el problema se resuelve en unos días, pero excepcionalmente causa mayores molestias y tiende a repetirse.


La amigdalitis puede presentarse en cualquier etapa de la vida, aunque es mucho más frecuente en niños. Hace algunas décadas eran más los menores que pasaban por el quirófano que los que llegaban a la edad adulta con sus amígdalas intactas. Hoy en día se ha consolidado una postura mucho más conservadora y son una minoría los casos en los que se opta por la extirpación.



Criterios actuales para la extirpación

En el manejo actual de la amigdalitis se evita la amigdalectomía o extirpación de las amígdalas excepto en casos muy graves. Estos son los principales criterios que influyen en la decisión:


Cuando un paciente ha sufrido más de seis episodios de amigdalitis perfectamente documentados en un año (amigdalitis de repetición).


Cuando existe una hipertrofia muy importante de las amígdalas que produce apneas (interrupciones de la respiración) o dificultad para tragar.


Cuando se trata de pacientes con enfermedades generales asociadas.


Begoña Beaus, otorrinolaringóloga del Hospital de Manises (Valencia), apunta que existe otra intervención quirúrgica denominada amigdalotomía en la que no se extirpan las anginas, sino que se disminuye su tamaño, que sí “está indicada para tratar el ronquido y el síndrome de apnea obstructiva durante el sueño tanto en niños como en adultos”.


En todo caso, no todos los cambios que se aprecian en las amígdalas requieren atención o tratamiento. Victoria Rodríguez de la Rua, editora de la web de divulgación para padres de la Asociación Española de Pediatría (AEP), En Familia, señala que muchos padres “interpretan como inflamación lo que solo es un leve agrandamiento de las amígdalas. Así, si el niño se encuentra bien y no tiene fiebre ni otra sintomatología aparente no haría falta acudir al pediatra”.


Prevención en la infancia

La pediatra explica por qué la amigdalitis es mucho más habitual en los primeros años de vida: “En niños se producen más infecciones del tracto respiratorio porque aún tienen pocas defensas frente a los gérmenes causantes y, además, están más expuestos a ellos por tener mayor contacto directo con otros niños”.


Por lo tanto, la función defensiva de las amígdalas es importante, sobre todo, en los inicios de la vida, mientras que en la edad adulta “pierden actividad y se van atrofiando”, resalta Beaus.


Los virus y bacterias que producen esta inflamación tienen como puerta de entrada la nariz y la boca, por lo que, según esta experta, “para prevenirla debemos evitar el contacto con las secreciones de personas infectadas”. Para ello, se recomienda “lavarse las manos con frecuencia, evitar compartir vasos, botellas, chupetes, etc. y ventilar los lugares donde conviven muchas personas, como colegios o locales de ocio”.


Rodríguez de la Rua hace hincapié en que “no hay forma de prevenir totalmente este tipo de infecciones”, pero añade otras medidas de gran utilidad, como “evitar que un menor enfermo acuda a la guardería o al colegio mientras pueda infectar a otros, enseñar a los niños a toser y estornudar en el codo, usar pañuelos de papel desechables…”.


Tratamiento habitual

El manejo de la amigdalitis variará en función de la causa. Dado que la mayoría de estas infecciones son víricas -sobre todo en menores de 3 años de edad-, en términos generales solo será necesario un tratamiento encaminado a mejorar los síntomas.


“Como ante cualquier problema de salud, será el médico de familia, el pediatra o el otorrinolaringólogo quien indicará el tratamiento adecuado”, recalca Beaus. “Para tratar los cuadros agudos virales, e incluso los de origen bacteriano leves, es suficiente con el tratamiento sintomático con analgésicos o antiinflamatorios asociados a una buena hidratación”. Las amigdalitis bacterianas más graves requieren “terapia antibiótica que debe mantenerse entre 8 y 10 días en la mayoría de los casos”.


En este sentido, la especialista subraya que es muy importante “no automedicarse y tomar las dosis adecuadas, con la frecuencia correcta y durante el tiempo preciso para evitar que aumenten las resistencias de las bacterias a los antibióticos”.

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