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La abuela

Cómo concienciar a los niños sobre el cuidado de la salud cardiovascular

Los niños de 3 a 5 años que participan en un programa escolar para fomentar hábitos saludables son conscientes de lo que comen, gestionan mejor sus emociones y disfrutan de una vida activa. El objetivo es que mantengan esas costumbres a lo largo de la vida para proteger su salud cardiovascular adulta.



Convencer a los más pequeños para que adquieran costumbres saludables es una tarea de padres y educadores que puede parecer intrascendente en edad preescolar, pero como sucede con el aprendizaje de idiomas, cuanto antes se emprenda mejor se fijarán los hábitos de futuro. Así lo entienden diferentes expertos multidisciplinares que se apoyan en resultados de potentes investigaciones sobre las estrategias idóneas para promover la salud y prevenir la enfermedad desde muy corta edad.



El objetivo prioritario es ir “blindando” el corazón de los trastornos cardiovasculares que se relacionan con estilos de vida poco recomendables. Diferentes estudios determinan que las peores costumbres de salud entre niños y adolescentes se centran en dietas con escaso valor nutricional, estilo de vida sedentario y hábito tabáquico, una triada que contribuye al riesgo de enfermedad cardiovascular. Y otras investigaciones concluyen que la mala salud cardiovascular durante la niñez se relaciona con las deficiencias de salud cardiometabólica cuando llegan a adultos.


Los resultados más recientes apuntan a que los programas que instruyen en hábitos de salud cardiovascular desde el nivel educativo de preescolar pueden ayudar a conseguir cambios duraderos en el estilo de vida de los niños. Así lo sugiere un equipo de investigadores liderados por el cardiólogo español Valentín Fuster, director general del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) y cabeza visible del Hospital Mount Sinaí Heart de Nueva York, tras evaluar una década de experiencia con un programa educativo en el que han participado más de 3.800 escolares.


Se trata del Programa ¡SI! (Salud Integral), auspiciado desde 2009 por la Fundación SHE (Science, Health & Education)-Fundación La Caixa, que ha llegado a su fase de “lecciones aprendidas”. Hace unos días el Journal of the American College of Cardiology recogía los pormenores de la intervención sobre hábitos saludables en niños de 3 a 5 años que se ha llevado a cabo en 50 escuelas de España, Colombia y Estados Unidos.


Desde la Fundación SHE indican que la finalidad de todos sus estudios es que se adquieran hábitos saludables en edades tempranas y que se mantengan para que el día de mañana esos niños sean adultos sanos y no desarrollen enfermedades que podrían evitarse. “Es mejor enseñarles buenos hábitos desde pequeños que tener que modificarlos cuando son más mayores. La experiencia que tenemos en adultos es que el cambio se produce, pero luego es difícil mantenerlo en el tiempo.


Por eso apostamos por que los niños adquieran hábitos y conciencia de una vida saludable desde que son pequeños, aunque todavía se sientan invulnerables a las enfermedades”, explica a CuídatePlus Gloria Santos-Beneit, coordinadora científica de la fundación.


Una mascota y un muppet educativos

El Programa SI! dura 4 meses y divide la salud cardiovascular en cuatro componentes. “A través de los dos primeros, los niños aprenden cómo una dieta bien equilibrada y una vida físicamente activa están directamente conectadas con un corazón saludable.


A continuación, aprenden sobre la gestión de las emociones, que busca inculcar mecanismos de comportamiento contra el abuso de sustancias, principalmente tabaco en adolescentes, y sobre las decisiones que ellos mismos pueden tomar, por ejemplo, respecto a la alimentación. Finalmente, se les enseña cómo funciona el cuerpo humano y cómo se ve afectado por el comportamiento y el estilo de vida”, detalla Santos-Beneit.


Para valorar los resultados del programa se han adaptado herramientas de evaluación a la madurez de los niños, elaborando cuestionarios con imágenes simples y adaptadas a los contextos socioculturales de los tres países participantes, con los distintos nombres imágenes de sus comidas típicas y otros aspectos que reflejan la diversidad étnica.

Una conclusión taxativa es que los niños que recibieron al menos el 75% del programa experimentaron un cambio significativo en sus conocimientos generales, actitudes y hábitos, comparando con los que solo participaron al 50%. En concreto, Santos-Beneit destaca tres tendencias favorables:


Son niños muy conscientes de lo que comen y lo hacen con espíritu crítico: comen de forma más saludable, saben la necesidad del consumo diario de frutas y verduras, el valor del desayuno, la variedad de alimentos y la importancia de “comer de colores”.

Niños que saben expresar mejor sus emociones y gestionarlas.

Niños a los que gusta hacer deporte y llevar una vida activa.

Una cuestión importante ha sido adaptar el programa SI! al aprendizaje infantil. Para ello, se ideó una mascota en forma de corazón llamada “Cardio”, que junto con un personaje de Barrio Sésamo (el Dr. Ruster, que no es otro que un muppet basado en Valentí Fuster), encabezaba las actividades y los mensajes que enseñan comportamientos saludables.


Además, el equipo pedagógico/científico de la fundación elaboró diversos recursos educativos que incluyen segmentos de video y materiales impresos, como un libro de cuentos, un juego de mesa interactivo, tarjetas flash y una guía para el maestro. Todo ello teniendo en cuenta las creencias o prácticas culturales de salud relacionadas con la alimentación; las instalaciones asignadas para la actividad física; los métodos de transporte para llegar a la escuela; las comidas proporcionadas en el centro escolar, así como las canciones o historias populares y las celebraciones y rituales locales tanto de España como de Colombia y de la ciudad de Nueva York.


Diez puntos para la salud integral en la escuela

El programa ¡SI! se ha articulado en torno a un decálogo de salud integral en la escuela que cada centro ha ido adaptando a sus peculiaridades docentes y culturales, teniendo en cuenta la corta edad de los preescolares.


Organizar celebraciones saludables, sobre todo dando un giro a los cumpleaños de los escolares, evitando el consumo de chucherías, bebidas azucaradas y pasteles, con alternativas de actividad física y de juegos que implican desarrollo emocional.

Promover vida activa fuera de la escuela. Que los escolares hagan ejercicio al margen de las clases de educación física.

Fomentar el conocimiento del cuerpo para saber interpretar sus mensajes en cuanto a necesidades biológicas o de descanso.

Cuidar las necesidades de higiene personal en la escuela, no solo el lavado de cara y manos.

Recomendar tentempiés saludables para el recreo: alternar fruta, sándwiches, yogur líquido, barritas de cereales y frutos secos.

Dar importancia a la reflexión. Valentí Fuster recomienda dedicar unos minutos cada día a reflexionar antes de comenzar las actividades escolares.

Mantener el buen ambiente en la escuela, porque las relaciones que se crean en ese entorno constituyen un marco de trabajo y estudio. El conflicto es parte de la vida y las crisis tienen que manejarse asegurando el diálogo, la comprensión y el consenso.

Involucrar al personal de comedor (o en su caso de la cantina escolar) en las actividades de la escuela, no solo para revisar el menú y la forma en que se cocina, sino para trabajar en equipo con la plantilla de educadores.

Animar a las familias a participar en el programa de actividades. Mejorar el estilo de vida de los niños requiere trabajo en equipo y hay que pedir a los padres que aporten ideas y ayuden a ponerlas en práctica.

Animar a los escolares a ir al colegio caminando o en bicicleta, de forma que se promueva la salud y también el transporte sostenible. Las ventajas son: concienciación medioambiental, aprender a ser independientes, mejorar las habilidades motoras y también la salud física, a la vez que crear hábitos saludables que pueden durar toda la vida

Desde la Fundación SHE aclaran que el articulado del decálogo no se ha aplicado equitativamente, sino dependiendo del centro escolar. “Normalmente los puntos relacionados con la alimentación fueron más fáciles de implementar porque en España están muy regulados los comedores escolares y hay programas como los desayunos saludables”, comentan, reconociendo que la parte más complicada es la de la gestión emocional, que precisamente es la más novedosa en intervenciones educativas de este tipo.


Globalmente los mayores desafíos del proyecto se relacionan con la participación de la familia, su estatus socioeconómico, la cantidad de tiempo que requería cumplir con el programa y las estrategias de adherencia a largo plazo. A pesar de algunas carencias en ese sentido, pedagogos y científicos están satisfechos con los buenos resultados obtenidos en las escuelas como entorno idóneo para introducir cambios en el estilo de vida y mejoras en salud cardiovascular a largo plazo.


Lograr la sinergia escuela-familia

“El colegio es un elemento clave en la promoción de hábitos saludables, que a través de niños y niñas llegan a los padres. Es el llamado “efecto cascada”, según el pediatra Julio Álvarez Pitti, jefe clínico de la Unidad contra la Obesidad y el Riesgo Cardiovascular del Consorcio Hospital General Universitario de Valencia, quien resalta que esos son los programas de prevención más exitosos “porque si lo aprendido en los colegios luego no se practica en casa, el impacto disminuye”.


En su opinión el programa impulsado por Fuster demuestra que es posible educar en hábitos saludables a través de los más pequeños. “¿Por qué esperar más para hacer extensivas las intervenciones de este tipo en colegios?”, apela como coordinador del Comité de Promoción de la Salud de la Asociación Española de Pediatría (AEP). Y, en consonancia con otros expertos, defiende las decisiones precoces sobre hábitos saludables, que deberían inculcarse “desde el momento de la concepción y a lo largo de toda la vida del ser humano.


No hay nada menos natural que dañarse a uno mismo estableciendo hábitos que la ciencia ha demostrado que son lesivos para las personas”, arguye, lamentando que en muchas familias esos criterios no están claros, y los padres no son conscientes de que inculcan a los hijos hábitos no saludables. Se refiere sobre todo a los cuatro ámbitos más importantes de promoción de salud en la infancia y adolescencia: nutrición, actividad física, evitar hábitos sedentarios y regular el excesivo uso de pantallas y el sueño.


Trabajar el estilo de vida para estar sanos tiene que ser un continuum que empezaría en la epigenética. Álvarez Pitti subraya que los primeros 1000 días del ser humano se han identificado como una “ventana de oportunidad” por la plasticidad de los órganos en desarrollo, y que es muy importante que los padres lleguen en condiciones adecuadas al momento de la concepción porque lo contrario impactará en la salud del neonato a corto y medio plazo.


“Si los progenitores tienen hábitos saludables, no solo la concepción y el desarrollo posterior del embarazo se hará en condiciones, con adecuada nutrición para la madre y el feto, con sueño reparador, actividad fisca y ausencia de tóxicos (tabaco, alcohol, drogas), sino que se favorecerá un entorno saludable en el que el desarrollo del recién nacido sea igualmente óptimo”.

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