El acné es una enfermedad crónica que afecta principalmente a adolescentes y que se manifiesta fundamentalmente en la cara, el tórax y la espalda. Sin embargo, también se da en otras etapas de la vida. Así, se estima que alrededor del 3 por ciento de los hombres y del 12 por ciento de las mujeres mayores de 45 años lo sufren.
Existen diversos tipos de acné, aunque, según ha explicado a Correo Farmacéutico, José Carlos Moreno, portavoz de la Fundación Piel Sana de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV), el más frecuente “es el inducido por los cambios hormonales”. Estos suelen aparecer de forma “fisiológica” en la etapa de la adolescencia o como consecuencia de cambios a nivel ovárico o suprarrenal, como sucede en el caso del síndrome de los ovarios poliquísticos.
Aparezca a la edad que aparezca y sea cual sea su causa, el acné está rodeado de múltiples mitos en torno a su origen, a su tratamiento y al efecto que determinados agentes externos, como el sol, tienen sobre él. Precisamente, sobre la influencia de los rayos solares en las lesiones del acné, Moreno afirma que el sol, tomado en su justa medida, “es beneficioso para esta patología, ya que tiene una acción inhibidora sobre la inflamación y controla la población de P. acnes, una bacteria vinculada a su producción”.
Ahora bien, el exceso de sol y la ausencia de protección solar, pueden ser negativos, ya que, en palabras del experto, “pueden producir pigmentación de las lesiones, especialmente de las inflamatorias, que, una vez producidas, son muy difíciles de eliminar”.
El poder del bronceado
Su opinión la comparte Rosalía Gozalo, vocal de Dermofarmacia y Productos Sanitarios del Colegio de Farmacéuticos de Madrid, quien destaca la acción “antibacteriana, antiinflamatoria y secante” del sol, que hace que, en un primer momento, el acné mejore. Sin embargo, recuerda que esa mejoría, acrecentada por el poder que tiene el bronceado pues disimula y mejora el aspecto de las imperfecciones, “no es del todo real”, ya que durante la exposición solar “la capa cornea se hace más gruesa, lo que facilita la obstrucción de los poros. Además, cuando hace calor, aumenta la humedad y la sudoración y los rayos ultravioletas B acaban empeorando las lesiones”.
Tampoco es extraño que personas sin acné vean cómo aparecen pequeños granos y espinillas en su piel tras la exposición solar, como si de un efecto rebote se tratase. Y tiene su explicación: “El sol provoca la deshidratación de la piel, incluso en la clasificada como grasa. Cuando la exposición excesiva al sol seca la piel aumenta la producción de sebo y este exceso de grasa es clave en la formación de las imperfecciones. Cuando la piel sufre sequedad se queratiniza o cornifica, es decir, se endurecen las células de la superficie dérmica; esto interfiere en el proceso natural que permite que se desprendan las células muertas de la piel e impide que se pueda eliminar el sebo a través de los poros, formándose los comedones. Además, el sudor favorece la creación de un entorno donde prosperan y se propaga la bacteria que está asociada al acné”, argumenta Gozalo.
El portavoz de la AEDV también añade que, en personas “muy contadas, el sol puede inducir cambios a nivel de folículo piloso”, aunque sostiene que en “la mayoría de las ocasiones” esto se debe al uso de cremas que tienen actividad comedogénica y que, al ser excesivamente grasas, taponan los folículos.
¿Qué crema solar utilizar?
Al margen de si beneficia y perjudica, los expertos recomiendan usar fotoprotección y recurrir a productos específicos para estas personas, sobre todo, porque, como incide Gozalo, muchos de los fármacos que se prescriben para el acné, ya sean tópicos o sistémicos, “son fotosensibilizantes”, lo que aumenta el riesgo de quemaduras y rojeces. Por este motivo, subraya que la elección de un buen protector adquiere más importancia si cabe “para no dejar cicatrices residuales”.
El dermatólogo aconseja cremas con factor 50+ en excipiente no graso y no comedogénico, por la capacidad que tienen estos productos de obstruir los poros de la piel.
En cuanto a la textura ideal, la farmacéutica señala que las mejores opciones son “los esprays no grasos o las texturas fluidas formuladas específicamente para pieles grasas o con acné”.
Otra buena opción serían los protectores solares “en maquillaje compacto mineral, no comedogénicos, oil-free, matificantes y con filtros físicos”, describe Gozalo.
Limpieza y otros consejos prácticos
En el ABC de los cuidados más importantes de la piel con acné, la higiene se encuentra entre los más importantes, como sostiene Gozalo. Ahora bien, recomienda utilizar soluciones específicas para pieles grasas o con tendencia acneica: “No tienen que ser abrasivas, ni llevar detergentes ni alterar el film hidrolipídico de la capa córnea”.
Además de esta rutina, la vocal recuerda que desde las oficinas de farmacia siempre se debe insistir en que el paciente “no se rasque ni manipule las lesiones para no dejar marcas residuales y evitar extender la infección”.
Aunque parezca banal no lo es y a las personas con pelo largo se les debe recordar, como apunta la farmacéutica, que eviten que el cabello “esté en contacto permanente con la cara”, con el fin de evitar que la piel se engrase más y los comedones empeoren.
En cuanto a los hombres, una recomendación útil que se les puede dar es que “limiten el afeitado eléctrico y disminuyan la frecuencia”.
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