En general, a nadie le gusta sudar, pero la sudoración es un mecanismo fisiológico vital para el ser humano porque mantiene la temperatura del cuerpo, responde al estrés emocional y forma parte de nuestra actividad metabólica. Cada vez interesa más su estudio clínico y aparecen nuevos métodos para obtener muestras y para realizar el análisis de sus componentes, convirtiendo lo que parecía solo un fluido corporal con funciones muy limitadas a la termorregulación en una robusta fuente de datos sobre el organismo humano.
El sudor tiene mala prensa, incluso por los refranes que lo han unido siempre a un calor intenso o al esfuerzo laboral, como hace el conocido versículo del Génesis “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”. Y en ciertos casos la “sabiduría popular” lo magnifica creyendo en mitos como que sudar mucho adelgaza o desintoxica, dos falsedades que aún atan a muchas personas a rituales que les llevan a la deshidratación. Tampoco hay que relacionarlo siempre con un olor desagradable, porque en realidad el sudor es inodoro en condiciones fisiológicas e higiénicas normales. Pero ¿se podría decir que el sudor “feliz” huele mejor que el destilado por el miedo? Parece que sí.
Ahora sabemos que hay muchos perfiles de sudor y, muy esquemáticamente, admitimos que lo normal es sudar cuando hace calor, hacemos ejercicio o nos enfrentamos a situaciones de estrés; pero el tipo de sudor (y sobre todo su exceso) también puede ser espejo de trastornos de salud, como la diabetes, problemas con las glándulas tiroideas, hipoglucemias, algunos cánceres, infecciones, alteraciones del sistema nervioso, ataque cardiaco o sofocos durante la menopausia, que al igual que la fiebre alta, nos pueden hacer sudar más de lo habitual. El elenco de patologías que causan excesiva o insuficiente transpiración es muy largo.
¿Las emociones huelen?
Los humanos tenemos muchas armas sensoriales para comunicarnos, una de ellas expresando nuestras emociones, que pueden transmitirse por gestos faciales o corporales, por el lenguaje, por cómo nos tocamos, incluso por cómo olemos. Nuestros olores corporales son un medio químico para trasmitir nuestra identidad, estado de salud y emociones. Diferentes estudios coinciden en que las emociones que más se perciben a través de la transpiración son la rabia/agresividad, el asco, la felicidad y el miedo. Este último es el candidato más solicitado para establecer las huellas químicas del sudor emocional mediante estudios que tienen metodologías muy dispares.
Se trata de determinar qué componentes volátiles del sudor se disparan al transpirar con felicidad o con miedo. Hace unos meses que investigadores de la empresa Unilever, en colaboración con la Universidad de Utrech, han publicado en Metabolites un estudio que compara los efectos de olores corporales en varones en ambos estados y en condiciones neutras. Así han visto que aldehídos y ketonas están más altas cuando hay miedo, mientras que ésteres y moléculas cíclicas están más bajas, pero en la situación “feliz” no hay gran diferencia con la neutralidad.
Poco antes se había publicado otro trabajo en el que el análisis de las sustancias volátiles que permanecen en el aire en un cine durante una película de terror y una comedia mostró bastantes diferencias. Por otra parte, neurólogos y psicólogos de la Universidad de Pensilvania (Filadelfia) han querido codificar la intensidad del miedo a través del sudor axilar de 36 varones mientras veían videoclips de terror (con tres intensidades diferentes) y otros más “calmados”. El grupo que pasó más miedo produjo dosis más altas de sudor y, cuanto más transpiraban, más moléculas volátiles emitían relacionadas con el miedo. Los autores concluyen que se conoce esa relación dosis/intensidad, pero no los mecanismos precisos por los que la intensidad de la emoción se codifica en el olor corporal de una persona.
En busca del mapa de los componentes del sudor
Desde hace unos 30 años los investigadores bucean en las propiedades químicas de la transpiración, convencidos de que puede ofrecer una información tan valiosa sobre el estado de salud como tradicionalmente lo hacen la sangre o la orina. De hecho, hoy día se sabe que el sudor puede utilizarse como biofluido corporal para explorar marcadores biológicos de ciertas enfermedades, lo que a la larga favorecerá la búsqueda de tratamientos más efectivos basados en la medicina de precisión.
Nuestro organismo tiene dos tipos de glándulas sudoríparas, las ecrinas y las apocrinas, que empiezan a formarse al tercer mes del desarrollo fetal. El 90% de esas glándulas distribuidas por el cuerpo son ecrinas y están directamente involucradas en la termorregulación, con una capacidad de excretar hasta 3 litros de fluido inodoro. Inodoro e incoloro, sí, hasta que las bacterias se encargan de aromatizarlo y, a veces de colorear la ropa que humedece.
Muchos científicos acarician el reto de esbozar un mapa lo más completo posible de componentes moleculares del sudor que puedan monitorizarse, con métodos sencillos y en tiempo real, para obtener información precisa y útil sobre diferentes patologías. De hecho, algunos apuestan por que en el futuro el estudio individual de la sudoración evite en muchos casos las analíticas de sangre. Y no solo por huir de los incómodos pinchazos, sino también para evitar infecciones en personas que necesitan controles sanguíneos frecuentes.
Los biomarcadores son sustancias o moléculas que pueden encontrarse en fluidos o tejidos corporales y que señalan un estado biológico concreto. Pueden medirse y evaluarse para obtener información sobre el estado de la enfermedad y su pronóstico. La genómica y la proteómica han sido de gran ayuda para ir detectando marcadores biológicos en el sudor, que hasta hace poco tiempo se utilizaba prácticamente solo para el diagnóstico de fibrosis quística y el análisis de consumo de drogas.
María Dolores Luque de Castro, profesora emérita del Instituto Maimónides de Investigación Biomédica (Córdoba), fue de las pioneras en vislumbrar que “la metabolómica es el campo que ofrece más posibilidades para un estudio fructífero del valor clínico de las muestras de sudor”. Esta investigadora pone como ejemplo la búsqueda en el sudor de biomarcadores clave en el cáncer de pulmón. Un estudio de este centro cordobés, que acaba de publicarse en Metabolism, provee una panorámica del metaboloma del sudor al identificar 41 componentes entre aminoácidos, ácidos dicarboxílicos y otros metabolitos que pueden ser biomarcadores de trastornos específicos de salud. Pero queda mucho trabajo por delante para perfilar el mapa completo y aplicar los hallazgos a pacientes.
Pistas sobre enfermedades que aporta el sudor
La literatura científica recoge ya bastantes estudios sobre biomarcadores sudorales, de los que citamos algunos ejemplos:
En pacientes con diabetes, tomando muestras de la planta del pie (con un parche que al humedecerse cambia de color), se observan cambios tanto en la tasa y composición del sudor como en la correlación de glucosa entre sudor y sangre.
En tuberculosis activar el perfil proteómico de las glándulas ecrinas revela potencial como biofluido de diagnóstico.
En células de cáncer de mama invasivo y en neuronas cerebrales aparece un péptido llamado dermcidin que también está en el sudor y tiene acción antimicrobiana. Esa especie de “antibiótico” se está aplicando en una enfermedad de la piel que se llama hidradenitis supurativa.
Otro marcador de pronóstico de enfermedad es la proteína inducida por prolactina, que se expresa en las glándulas sudoríparas y se sobreexpresa en cánceres metastásicos de mama y de próstata.
Para evaluar el dopaje las muestras de sudor son muy útiles, puesto que se excretan opiáceos, buprenorfina, anfetaminas, gamma hidroxibutiratos, cocaína y cannabinoides. Igualmente se puede saber si se ha ingerido etanol.
La transpiración es una ruta comparable a la orina para excretar metales tóxicos del cuerpo, por lo que el sudor podría utilizarse como vía alternativa en algunas enfermedades de riñón.
En el sudor también se han identificado unos 500 compuestos volátiles que tienen perfiles diferentes según la ubicación de las glándulas sudoríparas, algo que afecta al olor individual.
La revista Sports Medicine-Open acaba de publicar un estudio que identifica 26 biomarcadores potenciales en el sudor de jugadores de fútbol tras 90 minutos de entrenamiento. Varios de ellos se relacionan con el estrés fisiológico y psicológico.
Dispositivos digitales para analizar el sudor
Sin duda el paradigma del modelo de diagnóstico a través del sudor se da en la fibrosis quística, que lleva décadas integrado en la rutina clínica. El método clásico de la prueba de sudor para detectar la tasa de cloruro era acudir a un centro médico, sentarse media hora con unos electrodos puestos sobre la piel para estimular las glándulas sudoríparas y obtener cierta cantidad de sudor. Un sistema eficaz pero farragoso y lento, además de la tardanza de salir los resultados del laboratorio.
Si los avances en la biología molecular han propiciado enormes logros en el conocimiento del sudor, también se está dando un boom tecnológico paralelo en el desarrollo de aplicaciones multiplataforma para poder extraerlo y analizarlo, con la colaboración multidisciplinar de bioquímicos, bioingenieros, expertos en inteligencia artificial, en sensorización, sistemas digitales, etc…
En la actualidad no existen métodos objetivos para medir el estrés, pero esto podría cambiar en breve gracias a las nuevas tecnologías de sensorización. Las enfermedades psicológicas causadas por mucho estrés se valoran según la percepción y los estados mentales de los pacientes, que a menudo son subjetivos. Por ello muchos equipos de investigación trabajan en diversos sistemas wearables que ayuden a cuantificar objetivamente si un paciente padece depresión o burnout, y si su tratamiento es efectivo. Estas tecnologías digitales tienen la ventaja adicional de aportar la información en tiempo real al profesional sanitario, sin esperar a resultados de laboratorio.
Un ejemplo es el “parche inteligente” desarrollado por ingenieros del Nanolab de la Escuela Politécnica Federal de Lausana (Suiza) para facilitar el estudio de los ritmos fisiológicos y patológicos del cortisol (el principal marcador de estrés) a través del sudor. Un micro dispositivo colocado en la piel registrará si el organismo secreta excesivo o insuficiente cortisol, lo que puede traducirse, potencialmente, en patologías como obesidad, enfermedad cardiovascular, depresión o burnout (síndrome de desgaste profesional).
El parche inteligente se pega en la piel y recaba datos continuamente, frente a la “foto fija” de un análisis de sangre, con un sensor en miniatura que registra el cortisol a través del sudor. La novedosa aplicación ya está en manos del Departamento de Endocrinología, Diabetes y Metabolismo de la Universidad de Lausana, donde intentan comprender los mecanismos del síndrome de Cushing (exceso de cortisol), la Enfermedad de Addison (insuficiente cortisol) y la obesidad relacionada con el estrés. Sus características se publican en la revista Communications Materials.
Sudor y salud cardiovascular
Otro estudio similar es el que se está llevando a cabo en el Hospital Northwestern Medicine Delnor, de Illinois (Estados Unidos), donde investigan sobre la química de la sangre y del sudor en cardiología. En este caso utilizarán los parches inteligentes diseñados por el conocido Grupo de Investigación Rogers (compuesto por 15 grupos de bioingeniería, ciencia de los materiales, neurología, anestesiología…) para adherirlos a la piel y capturar la sudoración tanto en condiciones de reposo como de estrés.
Uno de sus objetivos es conseguir una forma no invasiva de monitorizar el potasio, el sodio, la glucosa, el ácido láctico y otros químicos relacionados con la salud cardiovascular. Si los niveles de estas sustancias en el sudor indicaran con precisión lo que ya se obtiene de la sangre, sería posible monitorizar a los pacientes de forma remota y con menos análiticas. Además, este estudio busca en el sudor una proteína llamada BNP que sube cuando el corazón no bombea correctamente y puede haber fallo cardiaco congestivo. A través del dispositivo se espera seguir controlando sus niveles en personas que reciben el alta hospitalaria y así evitar reingresos.
Prevenir el agravamiento de pacientes con Covid
Otro sensor de sudor es el que acaba de presentarse en el Congreso de la Sociedad Americana de Química (ACS en sus siglas en inglés), que intenta detectar con antelación la “tormenta de citoquinas” que puede producirse en infecciones por coronavirus y también por gripe. Durante el trascurso de la pandemia Covid-19 los médicos estaban especialmente preocupados por la oleada de proteínas proinflamatorias que se daban en pacientes graves.
Investigadores de la Universidad de Texas, que ya habían comercializado un sensor para detectar enfermedad intestinal inflamatoria, han ideado un dispositivo wearable que monitoriza en el sudor las citoquinas más importantes, para controlar su aumento e impedir que se produzca la “tormenta” que termina dañando órganos, causando enfermedad grave y mortalidad. Los expertos creen que con esta información a tiempo real los médicos podrían aplicar esteroides u otras terapias tan pronto como se eleven esas proteínas proinflamatorias, antes de que aparezcan los síntomas. Con análisis de sangre pueden medirse las citoquinas, pero no monitorizarlas permanentemente, de ahí lo revolucionario de este sistema aún experimental, ya que podría servir para controlar la enfermedad en el domicilio del paciente.
Uno de los retos a vencer, según los autores del desarrollo, es que hoy día se suda poco, ni siquiera en verano, porque en todas partes hay aire acondicionado. Por ello han ideado un método extremadamente sensible capaz de medir las citoquinas en diminutas muestras de sudor pasivo.
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