Hace unos años tomábamos fotos solamente de acontecimientos vitales o experiencias singulares, sobre todo de los días felices que nos gustaría mantener para siempre en la memoria. Pero desde que irrumpió la tecnología de los teléfonos inteligentes hacemos fotos prácticamente todos los días, incluso de los detalles más triviales o rutinarios. Pero ¿las volvemos a ver a menudo? ¿esas fotos nos ayudan a preservar los recuerdos que queremos hacer eternos?
Valorar la memoria de la experiencia es importante para todos los seres humanos, pues cada uno tenemos vivencias singulares que ayudan a definirnos como personas y es importante que las recordemos. Es por ello que muchos estudiosos del ámbito de la psicología y de las neurociencias han querido saber desde hace décadas qué factores intervienen en la recogida de esos recuerdos, que en gran medida archivamos más allá de nuestro cerebro, en álbumes de fotos o en la galería de imágenes del teléfono móvil. Y, curiosamente, los resultados de sus estudios son más bien contradictorios.
Investigadores del Departamento de Psicología de la Universidad Estatal Binghamton de Nueva York han querido comprobar si tomar fotos de todo lo que nos llama la atención mejora o empeora la memoria sobre esa experiencia. Ya existían algunos estudios sobre este asunto, aunque las conclusiones eran dispares. Hace escasas semanas se ha publicado el último en el Journal of Applied Research in Memory and Cognition, que involucró a 525 estudiantes universitarios en 5 experimentos controlados en laboratorio. Todos ellos tenían que contemplar una serie de obras de arte y tomar una foto solamente de determinadas piezas, usando la cámara de una tableta, para más tarde comprobar el funcionamiento de la memoria.
En los 5 ensayos el resultado fue que las obras de arte fotografiadas se recordaban peor que las que solo se habían contemplado. Ese menoscabo de la memoria respecto a lo fotografiado se verificó en pruebas llevadas a cabo a los 20 minutos y a las 48 horas de haber tomado las fotos. Los resultados no solo mostraron un deterioro de la memoria en detalles visuales, sino también sobre el tema global o la esencia de la obra de arte fotografiada.
Según los autores del estudio, es posible que los participantes confiaran en la cámara para recordar lo fotografiado por ellos mismos y que eso influyera en la pérdida de información de las imágenes. Pero subrayan que esto sucede cuando se toman fotos y no vuelven a mirarse, que es lo que suele pasar con la mayoría, o al menos con muchas, de las imágenes que almacenamos en nuestros teléfonos.
“El principal beneficio de utilizar la cámara es volver a mirar las fotos siempre que queramos y ver detalles que se habrían perdido con el tiempo, pero eso no lo tenemos en cuenta en nuestros experimentos”, comentan los investigadores, que lanzan un mensaje práctico a los fotografiadores compulsivos: “Si no vas a volver a ver las fotos, mejor intenta vivir el momento o la experiencia sin fotografiarla. O quizá deberíamos ser más selectivos con lo que vamos a fotografiar”.
Memoria de la gente ‘versus’ memoria de la cámara
No es la primera vez que se hace un experimento sobre cómo el “apunta y dispara” para obtener imágenes de recuerdo afecta a nuestra memoria fotográfica. En la revista académica Psycological Science se habían publicado antes otros resultados después de una visita museística similar. Los investigadores comprobaron que si los participantes en el trabajo tomaban fotos de cada objeto considerado como un todo, después recordarían menos objetos y menos detalles sobre ellos, que si solo los observaban y no los fotografiaban.
Pero este estudio halló una particularidad distinta: cuando hacían zoom con sus cámaras y se acercaban a una parte específica del objeto, su reconocimiento posterior y la memoria de detalle no estaba deteriorada. “Esto establece una diferencia entre la memoria de la gente y la memoria de la cámara, sugiriendo que los procesos adicionales de atención y cognitivos involucrados en esta actividad podrían suprimir el efecto contraproducente de tomar una foto”, concluían los investigadores de la Universidad de Fairfield (Estados Unidos).
Por otro lado, psicólogos y neurocientíficos de la Universidad de Harvard y del Departamento de Cerebro y Ciencias Cognitivas del Instituto de Tecnología de Massachusetts (el célebre MIT en sus siglas en inglés) hicieron una gran aportación al desvelar que la memoria visual a largo plazo tiene una capacidad de almacenamiento masivo de detalles de los objetos.
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Memoria imprecisa y con interferencias
Si en algo coinciden todas las investigaciones en el campo de la memoria humana es que esta es falible e imprecisa, y que está sujeta a interferencias. Aunque algunas personas son capaces de recordar miles de imágenes, se asumía que solo son recuerdos carentes de detalle, pero los resultados de esta investigación apuntan a otra cosa tras observar los participantes 2.500 objetos durante cinco horas y media. Posteriormente les enseñaban pares de imágenes y tenían que indicar cuál de ellas habían visto. Se hicieron tres experimentos diferentes en los que se consiguió un rendimiento del 92, el 88 y el 87 por ciento, dejando claro el alto poder de mantener en la memoria representaciones detalladas de miles de imágenes.
“Estos hallazgos plantean un reto a los modelos neurales de almacenamiento y recuperación de la memoria, que deben ser capaces de contar con un almacén tan grande y detallado”, señalan los investigadores, insistiendo en que es una creencia arraigada que cuando la información pasa de la memoria sensorial a la memoria a corto plazo y a la memoria a largo plazo desciende la cantidad de detalles percibidos almacenados.
Y ponen un ejemplo: apenas a milisegundos de percibir una imagen la memoria sensorial confiere una experiencia auténticamente fotográfica y nos faculta a relatar cualquiera de los detalles de la imagen. Segundos más tarde, la memoria a corto plazo nos permite contar algunos detalles dispersos, mientras que si dejamos pasar unos días es probable que solo recordemos la esencia de lo que habíamos visto. Se creía que la memoria a largo plazo carecía de detalles, pero fue en este estudio rompedor, publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences, donde se confirma que los observadores que participaron recordaban pormenores de miles de imágenes tras verlas solo una vez.
Esto aporta novedad sobre la capacidad de información de la memoria visual a largo plazo, cuyo almacenamiento no se agotó con las 2.500 imágenes que se visualizaron en los experimentos. A pesar de ello, los autores del estudio matizan que esto no significa que los participantes tengan una “memoria fotográfica” y recomiendan más estudios para ver cómo se codifican y almacenan las imágenes en la memoria visual a largo plazo.
Se mira más y se escucha menos
De memoria fotográfica, sin embargo, sí hablan otros investigadores (Universidad de Pennsylvania y Universidad de Southern California) al estudiar cómo influye tomar fotos tanto en la memoria visual como en la auditiva. En este caso se llevaron a cabo cuatro estudios que se describen en Advances in Consumer Research.
Las tres primeras investigaciones se hicieron en laboratorio, sentando a los participantes frente a ordenadores con idénticas interfaces y un botón que facilitaba tomar fotos de la experiencia en video. Los 251 protagonistas del primer experimento vieron imágenes de Londres desde un autobús turístico sin información auditiva, demostrando que los que tomaron fotos recordaron mejor lo que habían visto. Sin embargo, los 171 participantes de la segunda prueba hicieron el tour de la factoría de chocolates Hershey, al que se añadió un audio informativo, sucediendo que quienes hicieron fotos recordaban menos detalles de lo escuchado que quienes no disponían de cámara (en este caso el botón automático). Por otra parte, los 306 voluntarios del tercer experimento participaron en tres visitas virtuales a galerías de arte, unos haciendo fotos y escuchando las narraciones de los guías, mientras que el grupo control se limitaba a observar y escuchar. El resultado fue que los fotógrafos recordaron mejor las imágenes que habían visto, pero retuvieron menos información de lo explicado por los guías.
Finalmente, para validar estos hallazgos se hizo un experimento presencial en un museo. A 203 participantes se les dio un plano y una autoguía y se les encomendó aleatoriamente que tomaran las fotos que quisieran o que disfrutaran la experiencia sin más. En esta última prueba se confirmó que tomar fotos mejoraría la memoria visual y empeoraría la memoria auditiva, igual que en las pruebas de laboratorio.
“Por un lado hacer fotos ayudaría a recordar mejor nuestras vivencias porque puede hacer que nos involucremos más en la experiencia concreta, y eso podría reavivar un recuerdo más preciso; pero, por otro lado, el fotógrafo podría delegar en las propias fotos su responsabilidad de recordar los detalles, y eso puede menoscabar la memoria, más aún cuando las imágenes se almacenan para que podamos verlas cuando queramos”, concluyen los investigadores, invitando a investigar sobre los mecanismos cerebrales implicados en estas funciones.
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