La diabetes tipo 1 es una enfermedad muy frecuente en España y que suele aparecer en los niños en los jóvenes. Sin embargo, no se conocen los síntomas que pueden hacernos sospechar de que esta enfermedad está en curso.
Cada año se diagnostican en España entre 1.200 y 1.500 casos nuevos de diabetes tipo 1 en menores de 15 años, según datos de la Sociedad Española de Diabetes (SED). A diferencia de la diabetes tipo 2, asociada más con el estilo de vida y con adultos, la tipo 1 “se caracteriza por una insulinopenia, es decir, una alteración en la secreción pancreática de insulina”, explica a CuídatePlus Rodrigo Bahamondes, especialista en endocrinología y nutrición del Hospital Vithas Las Palmas.
Esta enfermedad “ocurre por la incapacidad del organismo para producir la hormona insulina, una hormona indispensable para la vida”, informa María José Picón, vicepresidenta 1ª de la SED y facultativa de Endocrinología y Nutrición del Hospital Virgen de la Victoria (Málaga), y se presenta más en lactantes, niños y jóvenes, por lo que su detección precoz es fundamental para atajar la enfermedad ya que desde que se diagnostica “es preciso que el paciente se auto-administre insulina de forma regular”.
La causa concreta de esta diabetes “aún es desconocida”, informa la vicepresidenta de la SED, pero el origen “se debe a una destrucción de las células beta del páncreas (que son las que producen la insulina). La diabetes tipo 1 “es una enfermedad autoinmune, lo que significa que anticuerpos del propio organismo atacan y alteran la secreción insulínica del páncreas, de forma relativamente rápida, desencadenando una hiperglucemia importante”, indica Bahamondes.
Por su parte, señala Picón, “la diabetes tipo 2 se origina por resistencia a la insulina, es decir, por la incapacidad de que la insulina entre a las células de forma normal. Este tipo de diabetes suele debutar más en adultos y en personas de la tercera edad y habitualmente se puede iniciar con hipoglucemiantes orales”.
Si no se detecta y se trata a tiempo, advierte Bahamondes, “la imposibilidad de metabolizar la glucosa puede desencadenar en una cetoacidosis diabética por acumulación de cuerpos cetónicos en sangre, lo cual puede afectar a todos los órganos, incluyendo el riñón, el corazón y el cerebro, pudiendo ocasionar alteración del estado de conciencia e incluso convulsiones en última instancia”.
Por eso, indica Picón, “es muy importante estar alerta a los síntomas claves para sospechar una diabetes porque, aunque es una enfermedad que finalmente siempre se va a acabar diagnosticando, la persona se puede llegar a poner muy enferma”. De hecho, “un déficit de insulina prolongado puede ocasionar cuadros graves de descompensación que requieran ingreso hospitalario, soporte intravenoso e incluso unidades de cuidados intensivos”.
Síntomas evidentes
Si a nuestro alrededor no tenemos pacientes con diabetes tipo 1 es muy probable que desconozcamos los síntomas que pueden indicarnos que uno de nuestros hijos puede padecer la enfermedad. Precisamente para ayudar en este sentido, existe un truco que podemos aplicar fácilmente y que nos ayudará a estar alerta para su detección precoz. Se trata de la regla de las 3 P: Poliuria, Polidipsia y Polifagia.
La poliuria, explica Bahamondes, “es el aumento de la micción, es decir, de las ganas de hacer pis, debido a que, al no poder utilizarse la glucosa, ésta se pierde por la orina y acarrea agua con ella. Esto conlleva secundariamente a la polidipsia que es la sensación exagerada de sed. Por último, la polifagia o aumento del apetito se debe a la pobre utilización de la glucosa en el cuerpo, lo cual activa a nivel cerebral el aumento de la sensación de necesidad de comer”.
Estas tres P (muchas ganas de hacer pis, mucha sed y mucho hambre) nos tienen que hacer sospechar de que nuestro hijo o hija puede padecer diabetes tipo 1. Eso sí, no hay que olvidar que, en el caso de la diabetes tipo 2, además de estas 3, aparecería una cuarta, que es la “pérdida de peso”. Esto, “es muy frecuente cuando la hiperglucemia lleva tiempo debido a la pérdida calórica de glucosa por el riñón”, detalla el experto del Hospital Vithas.
¿Qué hay que hacer?
Si, tras conocer esta regla, tenemos la sospecha de que uno de nuestros hijos puede tener diabetes, lo primero que hay que debemos hacer es “acudir a un centro sanitario y comentar los síntomas con nuestro médico porque, tras una simple realización de una glucosa capilar, nos confirme o no el diagnóstico”, recomienda Picón.
En caso afirmativo, explica la experta la SED, “el tratamiento de inicio será siempre la insulina, que comenzará nada más conocer la enfermedad”. En los primeros días, es importante saber que “lo más probable es que el control no sea perfecto, pero seguro que, al inyectar la insulina, disminuirá muchísimo el riesgo de descompensación grave y mejorarán los síntomas progresivamente”.
Tras esto y de forma casi simultánea, se iniciará una educación diabetológica progresiva, desde conceptos más básicos, siempre teniendo en cuenta las necesidades y conocimientos de los padres y del paciente. “Hay que tener en cuenta que el diagnóstico de la diabetes tipo 1 no es una buena noticia y hay que dejar al paciente y a la familia su espacio para asumirlo”. A partir de ahí, indica, “siempre hay que transmitir un mensaje de positividad. El equipo sanitario debe hacer sentir al paciente y sus familiares que, aunque la diabetes les va a acompañar el resto de su vida, les vamos a facilitar el manejo de cualquier situación”.
La importancia del diagnóstico precoz también repercute en los cuidados. “Esto facilita mucho el afrontamiento de la enfermedad y el aprendizaje a convivir con ella respecto a un ingreso hospitalario donde se vivirá, posiblemente, un ambiente mucho más medicalizado en el que el paciente y su familia se sentirán menos confortables”, señala la experta de la SED.
El consejo de Bahamondes es “tener paciencia y calma, ya que la información sobre la diabetes y cómo manejarla es abrumadora (dosis de insulina, como ajustarla, qué hacer en caso de bajada de azúcar, como usar el dispositivo de insulina, etc.)”. Para esto cree que “es fundamental tener una relación cercana con el endocrino/a pediátrico, y, sobre todo, con la enfermera educadora en diabetes”.
Por su parte, añade, “a los niños se les aconseja tener horarios de comida regulares, la realización de actividad física periódica y de implicarlos en toma de decisiones a la hora de utilización de insulina (dependiendo de cada niño y su edad por supuesto)”.
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