Ni los lazos de sangre siempre unen, ni la Navidad tiene por qué ser sinónimo de unión familiar. De hecho, estas fechas tan señaladas pueden ser la causante de desenterrar viejas rencillas y de provocar conflictos entre parientes. Ir prevenidos a las cenas navideñas y saber lidiar con la tensión que puede surgir en determinadas situaciones es importante para tener la fiesta en paz.
“Chin, chin”. Las copas burbujeantes de champán se saludan unas a otras. El choque tímido de cristales, acompañado de sonrisas y muchos nuevos deseos, simboliza la armonía familiar. El brindis navideño acapara toda la atención sobre la mesa, pero quizás bajo la misma, a ojos de nadie y en silencio, los pellizcos y toques incómodos en los tobillos sean los verdaderos protagonistas de la última cena del año.
No nos engañemos, basta de mitificar la Navidad como una época de amor y felicidad absolutos. Los encuentros familiares son conmovedores, sí, pero también pueden suponer todo lo contrario para muchos. “Los conflictos o tensiones ya existían previos a estas fiestas y, lejos de las emociones asociadas a ellas, son fechas que conllevan una convivencia a la que no estamos acostumbrados, causante de rencillas que afloran con mayor facilidad que el resto del año”, explica Lucía Feito Crespo, psicóloga sanitaria y terapeuta familiar en el Instituto Psicológico Cláritas.
De hecho, los roces que surgen en el entorno familiar se suelen intensificar más que, por ejemplo, si brotaran entre amigos o compañeros de trabajo, ¿por qué? Feito responde que, normalmente, las normas y roles impuestos por la familia son más rígidos y “están establecidos desde hace muchísimo tiempo. Modificarlos es complicado, por lo que se tiende más al conflicto”.
Otro posible culpable de que las desavenencias familiares no se solucionen son los problemas de comunicación existentes entre sus miembros. Esta falta de entendimiento lleva en numerosas ocasiones a que se repitan cada año los mismos reproches. Además, la especialista agrega que “debemos tener en cuenta que son fechas en las que hay muchas tareas y grandes expectativas, lo cual nos hace a todos estar más tensos y vulnerables a la hora de relacionarnos”.
Por su parte, Óscar Arenas, miembro del Colegio Oficial de la Psicología de Castilla-La Mancha (Copclm), señala que en el núcleo familiar suele haber un mayor grado de confianza, motivo por el que es más complicado lidiar con los desacuerdos que se produzcan en este ámbito. “Podríamos pensar que la familia es como una prolongación nuestra, así que nos permitimos expresar más afectos negativos. Con frecuencia, cuando tratamos mal a nuestros familiares, estamos reflejando nuestro propio malestar”, detalla el psicólogo clínico.
Consejos para ir prevenidos a la cena de Navidad
La chispa puede saltar en cualquier momento, pero si evitamos el trago de tener que apagarla, mejor. Feito apunta que lo primero a considerar es la organización y la llegada a determinados acuerdos. “Establecer con quién pasamos las festividades o quién se encarga de qué tarea es fundamental a la hora de evitar conflictos, tanto en la pareja como en la familia”, destaca.
Saber elegir las conversaciones también es importante, pues temas como la política pueden llevar a la controversia. Además, hay que tener en cuenta que estas fechas son más propensas al consumo de alcohol, algo que “nos lleva a decir cosas que no queremos o decirlas de un modo que puede ser dañino para los demás y que nos hace estar más irascibles y con las defensas más bajas”, subraya la psicóloga.
Por otro lado, Feito agrega que “debemos poner atención a cómo nos estamos comunicando y si estamos expresando nuestras ideas de forma adecuada y con respeto. Esto siempre ayudará a que la relación y el diálogo se mantenga en un clima cálido”.
“Puede ser interesante escucharte a ti mismo y conectar con tus propios sentimientos y necesidades para tenerlos en cuenta durante estos días y hacerlos compatibles con la familia”, sugiere Arenas, quien insiste en la necesidad de ser capaces de adecuarnos a lo que toque en cada momento: “Si estamos celebrando, celebramos, y nos llevamos los asuntos pendientes al momento y el lugar adecuado”.
La importancia de poner límites
A veces, con tal de evitar discusiones, podemos pecar de ser demasiado asertivos. En este sentido, los límites nos ayudan mucho y son muy necesarios para nuestro bienestar emocional. “Nos generan seguridad y nos permiten defendernos de aquellas cosas que nos hacen daño o las percibimos como una amenaza”, afirma Feito.
La terapeuta alude a la necesidad de que, “aunque estemos en familia, podamos identificar nuestras necesidades y emociones y nos prioricemos. De no hacerlo, corremos el riesgo de que comencemos a sentirnos mal con nosotros mismos y, como consecuencia, con los demás”.
Para no llegar a explotar, la especialista propone la siguiente estrategia:
Identificar y detectar con qué límites nos sentimos bien y seguros.
Aceptarse y respetarse.
De igual forma, aceptar y respetar los límites de los demás.
Ser claros y directos a la hora de comunicar los límites.
Practicar la empatía y llegar a acuerdos.
¿Qué hacer si surge el conflicto?
Por mucho empeño que uno ponga, en ocasiones es inevitable: cualquier detalle sin importancia enciende la mecha. “En caso de que surja el conflicto, la primera idea esencial es aceptarlo y, en un segundo momento, preguntarnos si puede ser útil para entender las posiciones de los demás y si, incluso, nos puede servir para entender nuestras propias emociones que a veces nos informan, como ‘buenas mensajeras’, de nuestras necesidades y deseos”, subraya Arenas.
La misma idea comparte Feito: “Es sumamente importante poder entender y escuchar a la otra persona y no solo pensar que nosotros estamos en lo cierto. Debemos salirnos del ‘yo’ para comprender el ‘tú’. Esto resulta muy difícil cuando estamos cargados de enfado, o nos sentimos amenazados o inseguros, pues nos volveremos más rígidos”.
La especialista comenta que, una vez hayamos comprendido y escuchado el punto de vista de la otra persona, es conveniente tratar de encontrar los puntos en común que puede haber entre los dos. “Se trata de crear grises con los que parcialmente nos sintamos satisfechos, no situarnos de manera rígida en el blanco y negro”, afirma. Para ello, repite que la comunicación ocupa un papel clave
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