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Pan de molde: ¿Hay alguno saludable?

Aunque los españoles seguimos escogiendo el pan tradicional al pan de molde, la realidad es que el consumo de este producto está en aumento, potenciado por la oferta, cada vez mayor, que hay en los supermercados. Fijarse en los ingredientes es clave para elegir la mejor opción.



El pan de molde es una opción muy recurrida en los hogares españoles. Su textura (mucho más blanda que el pan tradicional) y, sobre todo, su durabilidad (pueden llegar a durar semanas envasado) lo convierten en un alimento muy recurrido para muchas personas. “Solemos comprarlo por comodidad y rapidez, porque dura mucho y porque su textura blanda es de fácil consumo”, señala Cristina Colina, nutricionista y miembro del Colegio de Dietistas de Castilla y León.



Aunque es cierto que seguimos apostando por el pan fresco (85% frente al 8% del pan de molde), la verdad es que el consumo de este último está creciendo, en parte, por la gran cantidad de opciones nuevas que comercializa la industria alimentaria. Además del pan de molde blanco, no han dejado de aparecer nuevos tipos, en principio, más saludables que el tradicional. Integral, multicereal, semillas, masa madre… son muchas las opciones que hay pero ¿son realmente saludables? ¿es bueno comer a diario pan de molde?


“Habitualmente conocemos como pan de molde al pan blanco envasado de origen comercial, tradicionalmente empleado para la elaboración de sándwiches o tostadas.”, explica a CuídatePlus Roge Berbel Bonillo, vocal de Alimentación del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Alicante. “Es un tipo de pan que, a diferencia del pan fresco tradicional, no está hecho únicamente con harina y agua, o harina, agua y sal”, apunta Mercè Gonzalo, portavoz del colegio.Colegio de dietistas y nutricionistas de Cataluña. De hecho, suelen incluir, además, “azúcar, leche, huevo, mantequilla o aceite y levadura fresca”, señala Colina.


Composición

Aunque la composición puede variar notablemente entre las distintas especialidad de cada marca comercial y entre las distintas firmas, “suelen ser panes, en su mayoría, elaborados con harinas blancas, generalmente refinadas, en ocasiones mezcladas con pequeños porcentajes de harinas integrales de distinta procedencia, diversos aditivos que contribuyen a su característica textura blanca y esponjosa y en las variedades más clásicas por una buena cantidad de azúcares simples y sal que incrementan notablemente la palatabilidad de este tipo de pan”, apunta el farmacéutico.


Si partimos de que el pan tradicional está compuesto por agua, levadura, harina (y, en ocasiones, sal), “estos ingredientes tienen el fin, además, de alargar su periodo de conservación, y con ello mantener su esponjosidad, color y sabor característicos”, comenta. Todo esto, los convierte en un producto del que no se debería abusar. “Debemos evitar su consumo, ya que son más procesados y contienen grasas añadidas en su composición, que suelen ser grasas trans, y conservantes artificiales”, apunta Estefanía Ramo, nutricionista del Instituto Europeo de la Obesidad. Es por ello que “resulta más saludable y con ello más recomendable el pan fresco ya que no contiene ingredientes como el azúcar o los aceites refinados que suele contener el pan de molde”.


Aunque la variedad de los aditivos es muy amplia, por lo general encontramos 3 tipos de aditivos fundamentales:


Los oxidantes, que incrementarán la cantidad de agua presente en la masa, al tiempo que reducirán por tanto el proceso de amasado y horneado.

Los emulsionantes, que por lo general irán destinados a mejorar la textura, esponjosidad y apariencia del pan.

Las enzimas de distinta índole, que aceleran el proceso de producción en primera instancia y evitan el degradado del pan retrasando la pérdida de humedad del mismo posteriormente.

¿Es saludable?

Aunque es evidente que este tipo de panes “dista mucho de ser la mejor opción a la hora de consumir un pan de calidad”, apunta Berbel Bonillo, la realidad es que “existe un creciente interés de las casas comerciales por mejorar continuamente la receta de sus productos, para lo que, en los últimos años han reducido o prácticamente eliminado la adición de azúcares simples y ajustado las cantidades y tipos de aditivos presentes en su composición”.


Aun así, “pese a que un consumo esporádico no debe preocuparnos en absoluto, no debemos olvidar que se trata de preparados comerciales, procesados con el fin de optimizar un proceso de palatabilidad y conservación y que, si bien son totalmente seguros, no deben constituir la base fundamental de nuestra alimentación”.


pan de molde semillas


Diferencias entre los tipos de panes

Aunque, como se ha mencionado antes, es cierto que existe un creciente interés por mejorar la formulación y la receta de la mayoría de este tipo de productos y “existen algunas opciones cada vez mejores y menos controvertidas, también es frecuente que bajo la etiqueta de “artesano”, “natural”, “integral” o “sin aditivos” nos encontremos algunos productos poco aconsejables”, recuerda Berbel. De hecho, “algunas de estas trampas motivaron recientemente cambios en la legislación del etiquetado en los panes, y más concretamente en los panes integrales. Aun así, la claridad en el etiquetado de los mismos aun se presta a confusiones y denominaciones parcialmente engañosas”, señala.


En opinión de Colina, “la diferencia está en los ingredientes pero la base sigue siendo la misma”. Su consejo es “no dejarnos engañar por el envoltorio o el color del producto. El simple hecho de añadir salvado, semillas o colorantes naturales para oscurecer el pan y dar la impresión de ser integral, no quiere decir que lo sea realmente”.


Si tuviéramos que elegir uno…

La realidad es que en este tipo de productos “en los que ya partimos de unos estándares poco halagüeños”, informa Berbel, “lo fundamental es saber identificar los puntos de conflicto y para ello, antes de mirar la información nutricional para valorar calorías por cada 100g de producto, es mucho más aconsejable valorar en primera instancia los ingredientes que contiene la receta”, aconseja el experto.


Aquí “podremos ver qué tipo y mezcla de harina contiene, si tiene o no azúcares simples añadidos y qué cantidad y tipo de aditivos tiene en este caso”. Es importante recordar que “en el listado de ingredientes siempre encontraremos en primer lugar el ingrediente de cantidad mayor en la receta, lo que nos ayudará a establecer comparativas entre los distintos tipos de productos para valorar cuál de ellos tiene una composición más aconsejable”.


En este sentido, para escoger un pan envasado concreto frente a otro debe primar:


El tipo de harina (siendo preferibles recetas con una mayor cantidad de harina integral frente a harinas refinadas).

La ausencia de azúcares simples añadidos (es importante identificar como tales a denominaciones como glucosa, fructosa, jarabe de maíz, sacarosa, dextrosa y otras formas de azúcares presentes en este tipo de recetas).

El menor contenido en sal (en ningún caso debe superarse los 1,5 g de sal por cada 100 g de producto).

Menor cantidad de ingredientes y aditivos presentes.

Además de escoger un pan integral (por encima del 75%), añade Gonzalo, “es preferible escoger el que está elaborado con masa madre ya que su fermentación habrá sido más larga y el desarrollo de aromas mayor”. Esto hace que el producto sea “más interesante, no solo desde el punto de vista nutritivo, sino también gastronómico”.


Consejos para elegir el mejor en el súper

Como consumidores “es fundamental desarrollar un espíritu crítico y activo a la hora de valorar qué tenemos en el carro de la compra y cuál es la mejor opción entre productos de la misma tipología y gama, ya que día de hoy, sigue existiendo mucha heterogeneidad y vacío legal en el etiquetado al respecto”, aconseja el farmacéutico. Para empezar a serlo, la dietista y nutricionista Sara Jiménez, da una serie de consejos para saber elegir fijándonos en el envase:


No fijarse solo en la parte delantera. Esta es la parte más comercial por lo que busca llamar la atención del consumidor.

En el etiquetado, es importante no fijarse primero en la tabla nutricional, donde viene la cantidad de calorías e hidratos de carbono ya que esta parte sólo informa de la cantidad de nutrientes que pueda tener.

Mirar la lista de ingredientes para ver la calidad el mismo. Es importante recordar que el primer ingrediente indica el ingrediente principal.

Los ingredientes de un buen pan deben ser harina integral (del cereal que sea), agua, masa madre y sal. Nada más. Si la lista de ingredientes es interminable, es mejor no comprarlo.

Que un pan sea rústico, multicereales, digestive o con cualquier alegación referida a la salud no garantiza que sea saludable.

¿Dónde estaría el límite de su consumo?

Es difícil marcar una línea clara teniendo en cuenta la enorme heterogeneidad de recetas y productos de este tipo que tenemos disponibles en el mercado. Pero por lo general, el límite, en términos nutricionales, “debe marcarlo la cantidad de azúcares simples presentes en este tipo de alimentos y el aporte calórico que, acompañado del resto de alimentos que se consumen”, apunta Berbel.


Como dato orientativo, la Organización Mundial de la Salud aconseja “no superar el 10% de calorías diarias a través del consumo de azúcares simples. Por lo que en este caso resultará especialmente interesante valorar la composición del pan que tengamos delante para determinar hasta qué punto debe ser sostenible en nuestra alimentación, esporádico o definitivamente un alimento a evitar”, añade.


En resumen y a nivel general, el consumo recomendable de pan de molde sería de un uso ocasional, es decir, “lo menos posible, ya que el nivel nutricional aporta pocos beneficios, tanto por su composición como por su índice glucémico”, señala Colina. Ahora bien, si el producto es de calidad, es decir, si realmente es integral y no tiene muchos ingredientes adicionales, “se podría hacer un consumo similar a pan de barra tradicional e integral”. Aunque, es cierto que “no pasa nada por no consumir pan”. De hecho, es posible “compensar la dieta con otros alimentos ricos en hidratos de carbono como son el arroz, la patata, el boniato, la pasta o la quinoa”.


Sustitutos del pan

Si no consumimos pan, “bien porque no nos gusta o simplemente porque no solemos incluirlo en nuestra dieta, podemos sustituirlo por otro tipo de legumbres o cereales integrales con similares características energéticas y nutricionales”, apunta Ramo . Por ejemplo, algunos sustitutos pueden ser: “Pasta integral, arroz integral, quínoa, cuscús, legumbre etc.” Estos alimentos “suelen consumirse en las comidas principales y en mayor cantidad, por tanto, podemos integrarlos en recetas de verdura y proteína tomándolos preferiblemente en la comida de mediodía”.

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