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La abuela

Si tu hijo juega al fútbol, ¿debe hacerse un electrocardiograma?

Todo el mundo parece tener claro que un adolescente que juegue al fútbol y esté federado debe someterse a un chequeo cardiaco para descartar la existencia de patologías graves del corazón que sean incompatibles con la práctica de ejercicio físico intenso.



Pero los cardiólogos pediátricos aconsejan la realización de revisiones predeportivas desde mucho antes -a partir de los 6 o los 8 años- y no solo ante la práctica de deportes de alta competición, sino cuando el menor se inicia en disciplinas con una cierta exigencia, como pueden ser las ligas escolares de fútbol, voleibol o baloncesto, o bien clases extraescolares deportivas que incluyan un entrenamiento enérgico.


Javier Pérez-Lescure, secretario de la Sociedad Española de Cardiología Pediátrica y Cardiopatías Congénitas (Secpcc), integrada en la Asociación Española de Pediatría (AEP), resume a CuídatePlus lo que debe incluir la evaluación cardiovascular previa a la práctica deportiva en la infancia y adolescencia:


Una historia clínica que permita indagar en los antecedentes familiares (problemas cardiacos o antecedentes de muerte súbita en la familia), antecedentes personales (si el niño ha tenido síncopes, dolor de pecho, palpitaciones…).


Una exploración física dirigida a encontrar posibles signos de patología cardiovascular, en la que no debe faltar la toma de tensión arterial, auscultación del corazón para descartar la existencia de soplos y la palpación de los pulsos.


Un electrocardiograma interpretado por alguien con competencia para hacerlo. “Pueden ser cardiólogos infantiles, pediatras, cardiólogos de adultos, médicos de familia o médicos del deporte”, precisa el experto.


La Guía Clínica de Evaluación Cardiovascular previa a la práctica deportiva en Pediatría, elaborada por la Secpcc y el Consejo Superior de Deportes hace unos años, hace hincapié en la necesidad de llevar a cabo estos chequeos que, según Pérez-Lescure, están totalmente justificados: “Se estima que 3 de cada 1.000 deportistas jóvenes tienen algún tipo de enfermedad cardiovascular que les puede poner en riesgo de padecer eventos cardiovasculares o, incluso, muerte súbita durante la práctica deportiva de competición. Una persona que padece sin saberlo una cardiopatía y practica ejercicio físico de manera exigente puede estar poniendo en peligro su salud”. Son, por lo tanto, patologías que pueden permanecer ocultas hasta que el corazón se ve forzado a trabajar más de la cuenta. Es entonces cuando aparecen los primeros síntomas y, en determinados casos, la primera manifestación es la muerte súbita.


Las cardiopatías congénitas que hay que vigilar

Las cardiopatías congénitas, que son anomalías estructurales del corazón que normalmente se detectan en el nacimiento, tienen una incidencia de aproximadamente 1 por cada 120 niños. La incidencia dependerá, lógicamente, de la natalidad. “En 2015-2018 nacieron cada año unos 5.000 niños con malformaciones cardiacas”, expone Pérez-Lescure. La gran mayoría de ellos -en torno a 3.500- tienen cardiopatías muy leves. Otros 1.000 presentan enfermedades más graves, que en muchos casos requieren cirugía en los primeros años de vida. Aproximadamente 100 de esos recién nacidos tienen cardiopatías muy graves que se intervienen quirúrgicamente, con frecuencia en los primeros meses de vida.


“También hay una serie de enfermedades cardiacas que no se pueden detectar tan fácilmente, como los soplos, cardiopatía cianótica y otras, que presentan síntomas ya en el primer año de vida”, resalta el cardiólogo infantil.


Pero existen cardiopatías que no son malformaciones y no dan la cara en la primera ocasión, como aquellas que afectan al músculo del corazón. Se trata, por ejemplo, de la miocardiopatía hipertrófica, en la que el músculo cardiaco es más grueso de lo normal. Esta enfermedad se va desarrollando con el tiempo y, según Pérez-Lescure, “puede aparecer en la infancia, la adolescencia o, incluso, en la edad adulta”.


También hay que tener en cuenta trastornos cardiacos como las arritmias, que pueden ser congénitas pero con frecuencia no se detectan hasta bien entrada la infancia o la adolescencia. “Y estas son cardiopatías que pueden debutar como muerte súbita, pero que se pueden detectar con una revisión predeportiva”.


Tanto las canalopatías como los síndromes de preexcitación son patologías cardiacas que pueden producir eventos arrítmicos graves, síncopes y, en casos extremos, muerte súbita.


Razones para realizar un electrocardiograma

Recientemente, la Academia Americana de Pediatría ha desaconsejado la realización de un electrocardiograma de forma sistemática como parte de la revisión predeportiva. Sin embargo, la Sociedad Española de Cardiología Pediátrica y Cardiopatías Congénitas se reafirma en la conveniencia de esta prueba, que ha de estar hecha por profesionales cualificados y siempre debe acompañarse de una evaluación general cardiológica del niño.


Perez-Lescure alega que “algunas patologías las identifica al 100%; por ejemplo, en los síndromes de preexcitación o las canalopatías, puede ser una prueba diagnóstica directamente”. En otras proporciona una orientación muy valiosa. Es el caso de las miocardiopatías, en las que un alto porcentaje de casos hay alteraciones en el electrocardiograma. También es de gran utilidad en canalopatías como el síndrome de QT largo o el síndrome de Brugada.


El experto cita un estudio dirigido por la cardióloga pediátrica Bibiana Riaño Méndez en el Hospital San Pedro de Logroño, que consistió en un cribado cardiológico de 5.000 niños deportistas de 12 años entre 2014 y 2019. La primera valoración de estos menores se efectuaba en el centro de salud, donde se les hacía un electrocardiograma y, si surgía alguna duda sobre los resultados, se les remitía al cardiólogo del hospital. “Se derivó a 80 de los niños evaluados al hospital, donde finalmente se diagnosticó una cardiopatía a 13 de ellos”, resume Pérez-Lescure. Tan solo se indicó la necesidad de abandonar la práctica deportiva a uno de ellos, mientras que al resto se les administró tratamiento -curativo en algunos casos- si lo requerían, o bien se les proporcionaron recomendaciones para una práctica de ejercicio segura.









































































































































































































































































































































































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